Reportaje:

Viaje al interior de Chillida

El Museo Reina Sofía organiza unos talleres para niños sobre la obra del escultor vasco

Una de las singularidades de contemplar la obra de Chillida siendo niño es que se miran las grandes piezas del artista vasco como espacios practicables, por los que se puede entrar o escalar. Otra (y ésta se refiere a cualquier obra artística) es que el menor es mucho más libre de decir lo que piensa sin miedo a hacer el ridículo con un comentario inexperto.No es rebuscado sacar ambas conclusiones tras asistir a una de las visitas-taller para niños que el Museo Centro de Arte Reina Sofía (con el patrocinio de la Asociación de Amigos del Museo) ha organizado para estas vacaciones, aprovechando ...

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Una de las singularidades de contemplar la obra de Chillida siendo niño es que se miran las grandes piezas del artista vasco como espacios practicables, por los que se puede entrar o escalar. Otra (y ésta se refiere a cualquier obra artística) es que el menor es mucho más libre de decir lo que piensa sin miedo a hacer el ridículo con un comentario inexperto.No es rebuscado sacar ambas conclusiones tras asistir a una de las visitas-taller para niños que el Museo Centro de Arte Reina Sofía (con el patrocinio de la Asociación de Amigos del Museo) ha organizado para estas vacaciones, aprovechando la exposición retrospectiva sobre el escultor, con motivo de su 75º cumpleaños. Como el resto de talleres infantiles del Reina Sofía, éste también ha sido diseñado por la compañía de títeres Teatro de la Luna. Todas las plazas (300, repartidas en 10 sesiones) quedaron reservadas unas horas después de ponerse a disposición del público.

Los niños llenaron de comentarios ingeniosos su viaje al interior de Chillida. A Sara, de ocho años, el Proyecto de monumento a la tolerancia le pareció "una flor"; a Daniel, de seis, "un corazón que no está cerrado".

La puerta de la libertad, una de las piezas de más peso de las expuestas (las limitaciones arquitectónicas del museo han impedido exhibir obras de más de cinco toneladas), le hizo a Joaquina, de siete años, preguntarse cómo el artista había conseguido "unos trozos de acero tan grandes", y a Lidia, de nueve, "cómo ha podido doblarlos". El Elogio de la luz les sugirió dudas de cierta envergadura (¿cómo ha metido las curvas en el cuadrado?), o los relieves en papel Gravitaciones, planteamientos de tinte surrealista (¿cómo se sujeta el negro?).

Algunas de estas cuestiones las resolvieron ellos mismos, con su práctica, en el taller que ocupa la segunda parte de la visita. Con piezas grandes de poliestireno (corcho blanco) que reproducen las líneas rectas y curvas tan utilizadas por el artista vasco, crean en grupos su propia obra; diseñan, en definitiva, un espacio al modo de Chillida, en el que pueden entrar.

Otro concepto esencial, el límite, sirve de punto de partida para que los chicos elaboren su propia obra mediante la superposición de formas blancas y negras. Esta segunda tarea tiene el aliciente de que se la llevan de recuerdo a casa, y además, enriquece al museo con una larga lista de los títulos con que bautizan sus obras; algunos, inevitablemente navideños (La llegada de Papá Noel o Navidad pasada); otros, también estacionales, aunque a destiempo (Locura de primavera), y unos pocos, acertadísimos por su estrecha relación con lo visto (Una letra be). ¿Por qué ese título? "Porque él [Chillida] hace muchas letras be".

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