Solidaridad y rapiña en Honduras

Aumentan los robos y asaltos en Tegucigalpa tras el paso del huracán 'Mitch'

ENVIADA ESPECIALAún conmocionados por la feroz visita del huracán Mitch, miles de hondureños se abocan estos días a las tareas de limpieza de Tegucigalpa. Mientras unos limpian el lodo y los escombros de las calles, otros limpian las pertenencias rescatables de casas, comercios y parroquias. Como sucede en todas las tragedias, hay quien arrima el hombro, quien se limita a extender la mano y quien trata de sacar provecho de la desgracia.

En todos los barrios se escriben a diario pequeñas historias de generosidad y desvergüenza. El Albert´s Hotel es, a pesar del nombre, una ...

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ENVIADA ESPECIALAún conmocionados por la feroz visita del huracán Mitch, miles de hondureños se abocan estos días a las tareas de limpieza de Tegucigalpa. Mientras unos limpian el lodo y los escombros de las calles, otros limpian las pertenencias rescatables de casas, comercios y parroquias. Como sucede en todas las tragedias, hay quien arrima el hombro, quien se limita a extender la mano y quien trata de sacar provecho de la desgracia.

En todos los barrios se escriben a diario pequeñas historias de generosidad y desvergüenza. El Albert´s Hotel es, a pesar del nombre, una modesta pensión de 25 habitaciones en la calle Real de Comayagüela, el populoso sector de Tegucigalpa que se extiende al otro lado del río Choluteca. Las aguas devoraron el 31 de octubre sus arterias, que son también el corazón comercial de la ciudad, y dejaron al hotel sepultado en el lodo, y a su propietario, Alberto Vega, sumido en la desesperación. "Lo he perdido todo, y no sólo por el río. Al día siguiente, a pesar del lodo, los mismos huéspedes se dieron al saqueo".

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En la planta baja, una veintena de jóvenes se desloma para sacar el barro con ayuda de palas. Son estudiantes de la Escuela de Ingeniería. La Universidad ha clausurado el curso y ha impuesto a sus alumnos un servicio social de 40 horas en las tareas de reconstrucción. "Nosotros ya lo hemos cumplido, pero seguiremos trabajando donde nos necesiten", dice Carla.

A los universitarios se les han unido los de secundaria. Por la ciudad se ven cuadrillas de jóvenes metidos en el fango. "Trabajamos con ganas, pero hay cada señora que para qué", protesta Miriam. "Nos exigen que les recuperemos sus vajillas y sus refrigeradores". Las señoras del Prado lloran por sus platos, mientras bajo los escombros de Comayagüela todavía quedan cadáveres por rescatar.

Claro que las actitudes insolidarias se extienden a otros ámbitos. Algunas ONG se han quejado de que buena parte de los damnificados que atienden en los centros de acogida se niega a participar no ya en los trabajos de reconstrucción, sino en las tareas del propio albergue. "Cuando pides voluntarios salen unos pocos, siempre los mismos. El resto se queda esperando a que les llegue la comida", comenta un trabajador social. El Gobierno ha reaccionado y ha puesto en marcha el programa alimento por trabajo: los hombres deben colaborar en la reconstrucción a cambio de la ayuda que reciben.

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Las tareas de limpieza se han acelerado en los últimos días gracias a la maquinaria pesada que ha traído por tierra el Ejército mexicano. "Es impresionante lo que México está haciendo en Honduras. Ahora me alegro de que nos hayan ganado en el fútbol", concede Salvador Majano, propietario de un taller de reparación de armas. Salvador arremete, en cambio, contra las fuerzas de seguridad hondureñas. Desde la inundación, su taller ha sufrido dos asaltos. En el último, hace una semana, se llevaron decenas de armas e incluso maquinaria. "Eso no fue obra de rateros. Con el toque de queda, por la noche sólo hay patrullas policiales. Usted puede sacar la conclusión".

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