Las mujeres que hicieron posible el "milagro de Bellvitge"

"El milagro de Nuestra Señora de Bellvitge", como rezaba en la publicidad de la época, empezó a levantarse en 1963. El afán por vender los 12.499 pisos hizo que a las promotoras inmobiliarias se les fuera la mano al presentarla en los folletos como "una miniciudad con todos los servicios a nivel europeo". Lo cierto es aquel milagro del desarrollismo puro y duro nació sin ninguna escuela, sin el mercado, sin los comercios de productos más básicos y con las calles sin urbanizar. Las mujeres del inhóspito polígono pusieron todo su empeño en hacerlo habitable. A la lucha de las amas de casa que co...

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"El milagro de Nuestra Señora de Bellvitge", como rezaba en la publicidad de la época, empezó a levantarse en 1963. El afán por vender los 12.499 pisos hizo que a las promotoras inmobiliarias se les fuera la mano al presentarla en los folletos como "una miniciudad con todos los servicios a nivel europeo". Lo cierto es aquel milagro del desarrollismo puro y duro nació sin ninguna escuela, sin el mercado, sin los comercios de productos más básicos y con las calles sin urbanizar. Las mujeres del inhóspito polígono pusieron todo su empeño en hacerlo habitable. A la lucha de las amas de casa que convirtieron la calle en el espacio político más eficaz dedica la historiadora Isabel Segura su libro titulado Mujeres de L"Hospitalet, itinerarios históricos. A falta de urbanistas que proyectaran los equipamientos más necesarios, las mujeres, principales usuarias de un paisaje donde faltaba de todo y donde sólo abundaban bloques apiñados, se lanzaron a la calle para forzar al poder local a dialogar y a construir los equipamientos que tanta falta les hacían. Isabel Segura relata la protesta conocida como de la torna: surgió cuando las vecinas del barrio de La Bomba se trasladaron a Bellvitge entre 1969 y 1970. Como no había ninguna panadería, el horno más próximo se aprovechaba de las circunstancias y no daba la torna, es decir, el panecillo que se acostumbraba entonces a dar para compensar el peso exacto. Las mujeres ocuparon la calle varias veces y la policía cargó contra ellas. Una de las más lanzadas, Pura Fernández, fue acusada por la autoridad de "agitadora profesional", un calificativo que hizo crecer aún más su prestigio en el barrio. El activismo de aquel grupo de mujeres de Bellvitge no se limitaba a movilizarse en la calle. Pura Fernández y sus compañeras soñaban con destinar los bajos de los bloques a servicios colectivos tales como comedores, lavanderías y talleres. Algunos de ellos nunca se hicieron realidad, pero otros sirvieron para cohesionar al grupo: "Cuando las mayores ya no tenían fuerzas para continuar ocupando la calle, cocinaban en su casa para las otras más jóvenes que hacían política". En su apasionada historia de las mujeres de L"Hospitalet, la historiadora incluye pinceladas de otra de las luchas más sonadas de 1976: la inmobiliaria pretendía levantar dos torres más en el lugar que luego se convirtió en el paseo de Bellvitge. Una de las mujeres que le paró los pies a la constructora lo cuenta así: "Venía la excavadora y yo iba a buscar el pan con mi hijo de cinco meses. Me senté encima de la máquina". Cuando llegó la policía para hacerla bajar de la excavadora, recuerda, la encontraron allí arriba sosteniendo con una mano a la criatura de cinco meses y con la otra la bolsa del pan. Las acciones de la mañana corrían a cargo de ellas a la par que los maridos estaban en el trabajo. "Entonces el albañil ponía el cemento y nosotras, como estábamos gordas, antes de que se pusiera duro le dábamos", rememora una de las vecinas. Ante la negativa del Ayuntamiento a instalar una guardería, ellas agudizaron el ingenio. Así ocurrió con la guardería Tintín, donde distintos turnos de mujeres cocinaban para los niños y las cuidadoras trabajaban de balde. Con una cuota de 800 pesetas mensuales, las criaturas eran atendidas desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde. Aquella semilla germinó en un jardín de infancia que continúa funcionando. Al trazar el mapa de las reivindicaciones de aquellos años, Segura hace hincapié en L"Hospitalet surgido de la industrialización textil en el que la mano de obra femenina tenía un peso importante. En aquella época otro nombre de mujer brilló con luz propia: la de Tecla Sala Miralpeix. Nacida en 1886 en Roda de Ter, compró la fábrica del Torrent Gornal, que durante muchos años fue la más grande de la localidad con una plantilla que en 1923 tenía 593 empleados. "Viva en plena naturaleza", proclamaba a los cuatro vientos el publicista de la inmobiliaria que seguramente tenía su domicilio muy lejos de allí. La descripción de Segura contempla el enclave de Bellvitge desde otro ángulo: "Una naturaleza urbanizada y dividida por la trama de infraestructuras de la ciudad de Barcelona, el mar de coches de la Gran Via y el río ferroviario".

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