Tribuna:

Sin caricaturas ni maniqueísmos

Lo que más me ha sorprendido de la ofensiva nacionalista contra la estructura del Estado, ejemplificada por la Declaración de Barcelona y acentuada en la campaña electoral vasca, ha sido el éxito que ha tenido. En prácticamente nada de tiempo, quienes consideramos que la estructura del Estado, definida con base en la Constitución por los 17 estatutos de autonomía es "una buena solución" para ese problema endémico de la vida política y constitucional española de cómo hacer compatible el poder del Estado con el de las unidades territoriales que en él se integran, hemos sido descalificados como n...

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Lo que más me ha sorprendido de la ofensiva nacionalista contra la estructura del Estado, ejemplificada por la Declaración de Barcelona y acentuada en la campaña electoral vasca, ha sido el éxito que ha tenido. En prácticamente nada de tiempo, quienes consideramos que la estructura del Estado, definida con base en la Constitución por los 17 estatutos de autonomía es "una buena solución" para ese problema endémico de la vida política y constitucional española de cómo hacer compatible el poder del Estado con el de las unidades territoriales que en él se integran, hemos sido descalificados como nostálgicos de la unidad sacrosanta de España, hemos sido caricaturizados como personas dispuestas a envolvernos en la bandera española (la preconstitucional, se da a entender), que nos dedicamos a "españolear" y estamos cerrados a cualquier debate racional. La caricatura ha tenido tanto éxito, que hasta ha sido hecha suya por reputados columnistas de la prensa madrileña. Y me sorprende porque considero que la estructura del Estado, construida a partir de la Constitución, no es un "apaño", sino la solución "menos mala" (la búsqueda de la mejor es el camino más seguro a la catástrofe, como enseñó Madison) para el problema más difícil en la organización constitucional del Estado. La estructura del Estado es de los problemas constitucionales que más violencia puede generar. Es de los pocos problemas constitucionales por el que la gente se mata. No por casualidad en España hemos tenido tantas guerras civiles. Y a este problema se le ha dado respuesta con el Estado de las Autonomías. En nada de tiempo, España ha pasado de ser uno de los Estados más centralistas del continente a ser uno de los más descentralizados.

Y no se ha hecho mal. En 1975 nadie se hubiera atrevido a pronosticar que, a comienzo de los ochenta, la estructura del Estado iba a ser la que realmente es y que en la década de los noventa se iban a haber agotado cuatro legislaturas en 17 comunidades autónomas. En el derecho comparado, de manera pacífica, no se conoce una revolución en la estructura del Estado similar a la vivida en España en estos veinte años.

Y esta estructura del Estado no tiene nada que ver con el pasado antidemocrático español. Al contrario. Es la negación radical del mismo. Presentar la defensa de la Constitución y de los estatutos de autonomía como la defensa de la "España, Una , Grande y Libre", es sencillamente un insulto.

Se trata, además, de una estructura del Estado que no está agotada. Esta es otra cantinela que se nos repite machaconamente sin el más mínimo fundamento. ¿En qué está agotada y por qué? ¿Qué alternativa se nos propone?

La estructura del Estado no sólo tiene que ser intelectualmente pensable sino que tiene además que ser técnicamente organizable. Me gustaría que quienes sostienen que la estructura del Estado de las Autonomías está agotada, nos explicaran qué proponen para sustituirla. O, dicho con otras palabras: me gustaría que alguien tuviera la valentía de explicar cómo se construye una estructura del Estado técnicamente viable a partir de la Declaración de Barcelona. Que se nos presentara una propuesta articulada en la que se nos dijera qué reformas son las que hay que introducir en la estructura del Estado o por cuál hay que sustituirla. ¿Hay alguien que se atreva a poner su firma tras un proyecto, jurídicamente articulado, de estructura del Estado a partir de la Declaración de Barcelona?

Ya está bien de agresiones y caricaturas. Debate sobre la reforma de la estructura del Estado, el que haga falta. Pero de verdad. Con proyectos jurídicamente articulados. Sin falsedades ni maniqueísmos.

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