Tribuna:

Interjecciones

DE PASADA"Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano..", leía, cuando llegó él como un maremoto. Raphael se coló entre los 20 poemas de amor de Neruda como una canción desgarradora, como un volcán, como una ola, como aquél que cada noche te persigue. Más exactamente como una interjección. Incluso ahora, con el cantante/actor hilando oraciones subjuntivas durante 560 páginas, recogidas en un tomo de corte autobiográfico (¿o será autohagiográfico?), conserva su faceta interjectiva, esa capacidad innata para expresar -y cito a la RAE- "alguna impresión súbita o un sentimiento profun...

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DE PASADA"Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano..", leía, cuando llegó él como un maremoto. Raphael se coló entre los 20 poemas de amor de Neruda como una canción desgarradora, como un volcán, como una ola, como aquél que cada noche te persigue. Más exactamente como una interjección. Incluso ahora, con el cantante/actor hilando oraciones subjuntivas durante 560 páginas, recogidas en un tomo de corte autobiográfico (¿o será autohagiográfico?), conserva su faceta interjectiva, esa capacidad innata para expresar -y cito a la RAE- "alguna impresión súbita o un sentimiento profundo, como asombro, sorpresa, dolor, molestia, amor, etc". A mí me duele cuando canta. Se le ve así, con tantos retortijones compulsivos y tantos rictus terminales, que me anima a sufrir. A otros, sin embargo, les provoca convulsiones semieróticas. Ayer mismo, un fan desesperado se plantó al mediodía en los grandes almacenes, donde el artista firmaba memorias, con horas de anticipo. Quería ser el primero, y lo logró. El colega, que llevaba un pin de una guitarra bluesera para despistar, le plantó dos volúmenes a Raphael, que se miraba así como reflejado en un espejo. Las dedicatorias carecían del efecto interjectivo de su autor. Muy simples, vamos. "A Fulano, con tanto afecto". Y Fulano, muy contento, las enseñaba (porque se lo pedí, las cosas como son) y rogaba que hablase "bien de él". A saber por qué. El caso es que Rapha parecía muy comedido, sin persecuciones ni desmayos, a excepción de alguna marejadilla verbal. "Mecachis en la mar, parece que no pasa el tiempo por él. ¡Qué guapo, hijo!", vociferó una víctima de la acción interjectiva. El tiempo pasar, no pasa. Si lo confiesa el novelista en las primeras líneas: "Yo nací en Linares, Jaén, el 5 de mayo de 1943. El dato es meramente anecdótico porque, a todos los efectos y desde hace mucho tiempo, tengo y tendré 23 años. Ni uno más ni uno menos". Los pocos añitos han debido ser muy intensos: el novelista que quiso ser sastre en Linares consume 560 páginas en contar sus peripecias. Un consumo muy justificado para alguien que, confesó ayer con modestia en Canal Sur, "marcó un antes y un después con su irrupción como artista". Rapha, por cierto, volverá al cine en 1999. No cantará, dice, para no desvirtuar el guión. No tengo palabras.

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