X BIENAL DE ARTE FLAMENCO

Flamenco en japonés, el arte de liberarse

Unos 400 asiáticos asisten a la Bienal y se gastán un mínimo de 500.000 pesetas

Antonio Gades no tiene ni idea de la que armó cuando llegó con su Carmen a Tokio en 1986. Según las leyes de la estadística, más de la mitad de los japoneses que vieron el espectáculo decidieron incorporar el flamenco a sus vidas. Y debió de ser así puesto que ésa es la respuesta que con más frecuencia se obtiene cuando se indaga sobre la afición de los cerca de 400 japoneses que este año asisten a la Bienal de Arte Flamenco de Sevilla. Según sus cálculos, el gasto mínimo, con estancia y viaje, que les supone estar en Sevilla el mes que dura el festival es de medio millón de pesetas. Las chica...

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Antonio Gades no tiene ni idea de la que armó cuando llegó con su Carmen a Tokio en 1986. Según las leyes de la estadística, más de la mitad de los japoneses que vieron el espectáculo decidieron incorporar el flamenco a sus vidas. Y debió de ser así puesto que ésa es la respuesta que con más frecuencia se obtiene cuando se indaga sobre la afición de los cerca de 400 japoneses que este año asisten a la Bienal de Arte Flamenco de Sevilla. Según sus cálculos, el gasto mínimo, con estancia y viaje, que les supone estar en Sevilla el mes que dura el festival es de medio millón de pesetas. Las chicas, casi todos los japoneses que vienen a la Bienal son mujeres, no se pierden ni una sola del más de medio centenar de actuaciones y, además, casi todas aprovechan su estancia para asistir a cursos de baile. Muchas tienen sus propias academias de flamenco y necesitan un "reciclado", un baño de arte para que sus alegrías o bulerías no pierdan fuerza. Keiko Miwa tiene 32 años y es camarera en Nagoya, la tercera ciudad en importancia en su país. Viene por primera vez a la Bienal pero ha apostado fuerte: se queda el mes entero. "Normalmente trabajo mucho, así que tenía ahorros para venir. Me gustaría quedarme dos o tres años o toda la vida", dice entre risas. Keiko asiste a clases de flamenco en Nagoya desde hace siete años y su viaje ha despertado "envidia y admiración" en su círculo de amistades. El flamenco es un negocio boyante en Japón, además de los espectáculos que pasan por allí durante todo el año -a unos precios medios de 10.000 pesetas la entrada-, sólo en Tokio hay unas 500 academias de baile y guitarra flamenca, hay un montón de tablaos y restaurantes que ofrecen espectáculos flamencos y tiendas especializadas en las que se puede equipar la bailaora más exigente: desde la bata de cola hasta la flor. Keiko Shikaze, 37 años, trabajaba en un banco hipotecario en Tokio y también fue a ver a Gades. "No podía coger el ritmo, así que comencé a comprar discos y, al año siguiente, me planté en España para conocer el flamenco en directo", dice la más popular de las japonesas en el mundo del flamenco ya que vive y trabaja en Sevilla desde 1987. Keiko Shikaze es la corresponsal en España de la revista mensual Paseo flamenco, la única publicación japonesa que se dedica exclusivamente al género, y se encarga de organizar las giras de muchos artistas flamencos por su país. "He tenido suerte y, milagrosamente, puedo vivir del flamenco", añade. Kyoko Sekiguchi, 34 años, ha ido más allá que sus compatriotas y es bailaora y profesora de baile. Aprendió de artistas tan reputadas como La Toná o Eva la Yerbabuena. "En el flamenco soy Paquita porque cuando me subo al escenario, eso de escuchar ¡ole Kyoko! no me pega nada", comenta. La bailaora asiática no para entre los espectáculos y las clases, ya que necesita un buen baño de arte antes de enfrentarse al espectáculo que presentará en su país en noviembre. "Estoy trabajando mucho, pero estoy muy contenta porque tendré cantaores españoles", añade la artista que tiene 30 alumnos de flamenco en Tokio. Minako Fukuda, 33 años y editora, es una de las pocas aficionadas japonesas que no viene a bailar. Es su segunda visita a la Bienal y lo está viendo todo. "Creo que la fiebre que nos ha dado en Japón tiene que ver con el deseo de manifestar nuestras emociones. En mi cultura, solemos mantener dentro de nosotros las emociones y el flamenco es un camino para liberarlas", explica.

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