Pedernal en Pego

PACO MARISCAL A ellos les apunta el bozo y a ellas les aprietan ya los pechos. Vuelven nuestros adolescentes, también los de Pego, a la escuela estos días. Allí les reiterarán algunos maestros en más de una ocasión, y durante la problemática ESO, que la naturaleza no nos necesita, pero que ellos y ellas y nosotros necesitamos la naturaleza. Cuando niños se solían disfrazar los ahora quinceañeros de nube, de gorrión, de gota de agua o flor de girasol y danzaban al son de la Primavera de Vivaldi: sin ESO, también sus puericultoras o maestros les acercaban desde la más tierna infancia a la flora...

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PACO MARISCAL A ellos les apunta el bozo y a ellas les aprietan ya los pechos. Vuelven nuestros adolescentes, también los de Pego, a la escuela estos días. Allí les reiterarán algunos maestros en más de una ocasión, y durante la problemática ESO, que la naturaleza no nos necesita, pero que ellos y ellas y nosotros necesitamos la naturaleza. Cuando niños se solían disfrazar los ahora quinceañeros de nube, de gorrión, de gota de agua o flor de girasol y danzaban al son de la Primavera de Vivaldi: sin ESO, también sus puericultoras o maestros les acercaban desde la más tierna infancia a la flora y a la fauna, a la estima por el entorno y a la necesaria conservación de nuestros escosistemas. Claro que por entonces las riendas del Ayuntamiento de Pego no estaban en manos del alcalde Carlos Pascual. Porque a Carlos Pascual no le gustan el renacuajo y el agua clara. El primer munícipe de Pego ve con aquiescencia y anuencia cómo devasta el fuego el marjal de su localidad y los pesticidas aniquilan la fauna protegida, y es probable que contaminen los acuíferos que abastecen de agua potable de las localidades vecinas. Interesante, curioso y esperpéntico resulta este alcalde: es un valor transversal que conduce el pedernal de la sinrazón de la derecha a la derecha de la sinrazón, de la destrucción del paraje a las actuaciones ilegales que se saltan con gracia torera las normativas europeas y las pragmáticas valencianas relativas al medio ambiente y a la protección de la naturaleza. Pero es sumamente genuino y patriótico el actual alcalde de Pego: es un independiente elegido en las genuinas y patrióticas listas de Unión Valenciana y se sostiene al frente del Consistorio gracias o los no menos genuinos y patrióticos votos de Partido Popular. Amantes, como son en Pego, de nuestros humedales y zonas protegidas, ven con aquiescencia y anuencia la destrucción de un retazo valiosísimo de la tierra y la naturaleza de aquí. A lo peor provocan un sorprendente escalofrío y espanto entre aquellos maestros valencianos que enseñan a sus niños que la lagartija no nos necesita, pero nosotros necesitamos la lagartija, el renacuajo y el marjal de Pego que es de todos. Indicarles que preservar y conservar nuestros parajes naturales puede y debe ser compatible con el desarrollo económico y social, o que si hay algunos afectados por esa preservación y conservación deben ser compensados económicamente con el dinero de todos, porque el marjal de Pego es un bien público, es intentar convencer al pedernal de la sinrazón. Lo ha dicho el patriota y defensor de la tierra Filiberto Crespo, adalid de la Unión Valenciana en cuyas listas se eligió al alcalde de Pego. El ilustre valencianista ha venido en declarar que no se puede imponer una política ecológica y que una acción política fuera de los juzgados, como defienden socialistas e izquierdistas en la Cortes Valencianas, para atajar los desafueros de Carlos Pascual y sus talibanes de Pego, sería algo así como "despotismo ilustrado". A lo mejor, ignora Crespo que el despotismo ilustrado estaba basado en la diosa Razón y tenía de positivo, allá por el siglo XVIII, el fomento de la cultura y la prosperidad de los pueblos. Respetar la legalidad que protege la naturaleza es tanto como respetar el código de circulación. Lo otro -los desafueros en Pego de Carlos Pascual, la Unión Valenciana o el Partido Popular- no es más que la sinrazón del pedernal.

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