Correr por la placa

Ocho minutos y cuarenta segundos pueden cambiar una vida. A Cristina Rodríguez Torreiro le bastaron para colarse entre los 81 aspirantes que superaron ayer la criba inicial para optar a una plaza en la Policía Local de Sevilla. Hasta le sobraron 20 segundos, que invirtió, ya traspasada la meta, en brincar de júbilo mientras el graderío aplaudía con calidez. Para llegar a esos ocho minutos y medio en la carrera de resistencia de los 2.000 metros, Cristina Rodríguez ha dedicado más de 600 horas en los últimos nueve meses a modelar musculatura. La dureza mereció la pena: ayer se convirtió en la ú...

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Ocho minutos y cuarenta segundos pueden cambiar una vida. A Cristina Rodríguez Torreiro le bastaron para colarse entre los 81 aspirantes que superaron ayer la criba inicial para optar a una plaza en la Policía Local de Sevilla. Hasta le sobraron 20 segundos, que invirtió, ya traspasada la meta, en brincar de júbilo mientras el graderío aplaudía con calidez. Para llegar a esos ocho minutos y medio en la carrera de resistencia de los 2.000 metros, Cristina Rodríguez ha dedicado más de 600 horas en los últimos nueve meses a modelar musculatura. La dureza mereció la pena: ayer se convirtió en la única mujer que logró salvar las pruebas físicas, entre los 134 presentados. Las pistas del Palacio de Deportes de San Pablo acogerán en jornadas sucesivas a los aspirantes restantes -se han inscrito 1.692-, que pelean por alguna de las 69 placas policiales, que otorgará en diciembre el Ayuntamiento de Sevilla. Aunque la cuota femenina apenas alcanza el 10% en esta convocatoria, representa un salto cuantitativo en comparación con la oposición de 1997, en la que la hegemonía masculina -un millar- sólo fue rota por dos mujeres. El triunfo de Cristina Rodríguez, una estudiante de 4º de Química, compensó parcialmente la exclusión de su hermana Magdalena, incluida entre la quincena de mujeres que sudaron ayer por obtener el certificado de aptitud física, previo a los ejercicios teóricos. Ambas lamentan la escasa participación de su género en estas pruebas, pero Magdalena, que abandonó la seguridad laboral como diseñadora gráfica por una plaza en el aire, se despacha con críticas más duras: "Ningún Ayuntamiento quiere a las mujeres, los propios policías te dicen que, por ejemplo, a la hora de patrullar se sienten más indefensos que con un compañero". Magdalena, incapaz de batir el 1,15 en el salto de altura, festejó como propio el éxito de su hermana menor, que aún deberá superar la prueba de natación para finalizar la evaluación física. Sólo el 60,44% de los citados ayer seguirán adelante de momento. La criba resulta cada vez más dura, incluso a juicio de algunos policías en activo que ayer supervisaron los seis ejercicios (fuerza flexora, saltos de longitud, de altura y vertical, carreras de velocidad y resistencia): "O tal vez no sean más difíciles, pero tienen menos oportunidades que antes". A Juan Manuel Rey Romero, de 22 años, no le bastaron para llegar siquiera a rozar un sueño que ambiciona desde mocoso. Rey es un repartidor de pizzas con verbo poético. Tendido sobre la hierba, resumía su fracaso: "El corazón no aguanta". Entre tanto comedor de margaritas y sicilianas, apenas dispone de una hora diaria para entrenarse. Y tampoco acaba de vencer sus propios fantasmas: "Me he presentado tres veces y siempre he fallado en la carrera de resistencia. Creo que ya es algo psicológico". Sus tres fracasos son meros ensayos comparados con los 16 intentos frustrados de Andrés Romero, muy escarmentado del "enchufismo" que observó en algunas oposiciones. "Aquí en Sevilla son legales, pero en los pueblos entra la persona que el alcalde quiere", censura. Los casos de discriminación o, en el mejor de los supuestos, la crudeza de la oposición asustan más a los aspirantes que el riesgo que conlleva la profesión. Cristina Rodríguez, ya un pelín más cerca del peligro, lo resumía: "Me preocupa ver un atentado, pero pienso que también puede tocarte si paseas por la calle".

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