Tribuna:ISLA DE LOBOS

Otra vez la foto

MEMORIA. En los círculos políticos todos han hablado esta semana de la foto, de las fotos: Almunia dice que no quiere ir a La Moncloa a hacerse la foto con Aznar, y Aznar, condescendiente, le quita importancia: "Si no quiere foto, por mí que no sea". A pesar de los grandes prodigios tecnológicos en el ámbito de la imagen, la vieja instantánea se ha instalado en nuestra memoria como necesaria fedataria de lo que fue, o incluso de lo que no fue, y no hay quien la sustituya. No nos posee ya aquella antigua fascinación por la magia del retratista de calle o del fotógrafo de estudio, una relaci...

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MEMORIA. En los círculos políticos todos han hablado esta semana de la foto, de las fotos: Almunia dice que no quiere ir a La Moncloa a hacerse la foto con Aznar, y Aznar, condescendiente, le quita importancia: "Si no quiere foto, por mí que no sea". A pesar de los grandes prodigios tecnológicos en el ámbito de la imagen, la vieja instantánea se ha instalado en nuestra memoria como necesaria fedataria de lo que fue, o incluso de lo que no fue, y no hay quien la sustituya. No nos posee ya aquella antigua fascinación por la magia del retratista de calle o del fotógrafo de estudio, una relación con la fotografía que tenía algo de improvisado circo popular, pero seguimos cargando con la máquina de hacer retratos o comprando una de usar y tirar para dejar constancia de que estuvimos donde estuvimos y para vernos cómo éramos.OLVIDOS. Yo mismo he estado hace unos veranos en las islas Seychelles, sin cámara, y mientras proclamaba mi desinterés por las fotografías del viaje me inquietaba por el hecho de que mis biógrafos pudieran llegar a dudar de que alguna vez estuve allí. Todo el mundo tiene derecho a imaginar un biógrafo. Ana Botella, por ejemplo, ha sido biografiada en edad temprana y seguramente lamentó no haber tomado las debidas precauciones fotográficas en algunos momentos para facilitar a su biógrafa la gratísima tarea de contar su vida. Para que eso no le ocurra al matrimonio presidencial en tiempo futuro, que es el que interesa a Aznar, la señora Botella habrá cuidado personalmente su álbum de La Moncloa. Y no sólo con el ánimo de mostrarlo a sus nietos en las plácidas tardes de invierno de su retiro, sino para que no le llegue a ocurrir lo que a mí con mi viaje a las Seychelles: que pasado el tiempo la falta de fotos le haga dudar de que de verdad, de verdad, hubiera estado allí alguna vez.

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ESCALERAS. Entre las fotos más deseadas de la presidenta es posible que no se encuentre la de Joaquín Almunia, con lo cual si éste no está por la foto con Aznar semejante renuncia no supondrá para ella grave quebranto. Puede suponerlo en cambio para Almunia, porque si en las recientes primarias de su partido se recogieron en libro las imágenes de su vida en evocadoras situaciones, es posible que en futuras ediciones de la obra pudiera faltarle ese intercambio de sonrisas que certificará a la nación el simulacro del diálogo. Dirá Almunia que la tiene repe, pero nadie excluye la posibilidad de que Josep Piqué decida en esta temporada cambiar de escalera para la escenificación centrista que se nos avecina. Y hasta pudiera ocurrir que el rechazo de Aznar por las enseñanzas de Boadella a Borrell en asuntos de postura fuera reconsiderado para que esa mano perdida entre él y sus huéspedes cobrará otro vigor, un gesto más decidido o manso. La verdad es que esa escalera ha terminado pareciéndonos la pintada tela de fondo del fotógrafo callejero que en la antigua fotografía se situaba tras el caballito de cartón. Hasta Pujol merece otro estrado para una foto que cada tres meses trata de tranquilizarnos certificando que la estabilidad del Gobierno está garantizada.

ENGAÑO. Los esforzados compañeros de cámara al ristre son llamados a los palacios como testigos o notarios de cualquier encuentro para que accedamos así nosotros a unas sonrisas protocolarias, a la cortés invitación a sentarse, a un simulacro de conversación que no ha empezado aún cuando alumbran los flases, cuidando muy bien de que no se vean los traductores para que la carencia en el don de lenguas no se detecte en el jerifalte anfitrión. Tanto es así que por lo que se deduce del desdén a la foto de los que han estado en La Moncloa -no debe incluirse en este apartado a Anguita-, la foto con frecuencia es el engaño.

MARIVENT. No me estimulan tanto las fotos por lo que se ve como por lo que no se ve. El retrato de las parejas presidencial y real en los jardines del palacio veraniego de Mallorca es el mismo del año pasado y del otro. Don Juan Carlos apenas debe de tener interés por la fotografía: se la hacen con él. Aznar en cambio cuenta sus años de victoria por fotos rituales. Me interesa lo que la foto no puede mostrar: ¿de qué hablan Ana Botella y doña Sofía: de música, de niños, de trapos? ¿Y de qué el Rey y el presidente: de poesía, de maniobras, de amigos comunes? Lo de menos es que te cuenten el menú.

CEREMONIA. La foto es en sí misma un rito, por eso nuestro metódico presidente hace de su rutina ceremonia y tradición: véase la foto del piadoso orante en Santo Domingo de Silos. En este caso, el abad parecía el invitado. Pero hay fotos de ahora que parecen viejas. POSDATA. Reconocer la falta de fotogenia implica negar a la fotografía la capacidad de mostrarnos tal como nos creemos: mejor.

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