Editorial:

Salto adelante

¿SE HA hecho Jiang Zemin pronorteamericano? Escuchando al líder chino durante la reciente visita de Clinton, no cabe duda de que ha conseguido reforzar la posición mundial de su país, al que ha confirmado como gran potencia. Una lectura provisional del inusualmente largo viaje del presidente estadounidense a China, el primero tras la matanza de Tiananmen en 1989, señala que la esperada escasez de resultados concretos ha sido sobradamente compensada por la altura simbólica de la gira: el reconocimiento histórico por ambas partes de la importancia de sus relaciones. Algo que por el lado estadoun...

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¿SE HA hecho Jiang Zemin pronorteamericano? Escuchando al líder chino durante la reciente visita de Clinton, no cabe duda de que ha conseguido reforzar la posición mundial de su país, al que ha confirmado como gran potencia. Una lectura provisional del inusualmente largo viaje del presidente estadounidense a China, el primero tras la matanza de Tiananmen en 1989, señala que la esperada escasez de resultados concretos ha sido sobradamente compensada por la altura simbólica de la gira: el reconocimiento histórico por ambas partes de la importancia de sus relaciones. Algo que por el lado estadounidense parece inevitable, puesto que China está llamada a ser la otra superpotencia del próximo siglo.Pekín, en una cuidadosa puesta en escena no exenta de suspense, ha dado a Clinton lo que éste buscaba: su radio y televisión para hablar en directo de derechos humanos y democracia y granjearse así una importante renta política en muchos sectores de Estados Unidos que desconfiaban del viaje. (El gobernador Clinton hablaba en 1992 de los "carniceros de Pekín"). Además, los chinos se avienen a contener la proliferación armamentista, a cooperar en la seguridad regional y, sobre todo, a intentar que no se desborde la crisis económica asiática. Todo ello estaba en el guión y había sido enumerado por Washington como objetivos de la visita.

Pero es China -en la figura de su líder, Jiang Zemin- la que más obtiene de este encuentro, sobre todo en lo que a los jerarcas de Pekín realmente importa: Taiwan. Clinton ha dicho no a la independencia de la isla, no a dos Chinas, no a la pertenencia de Taiwan a organizaciones internacionales que requieran de sus miembros la condición de Estado. La postura del presidente estadounidense, bien que formulada verbalmente y en un encuentro informal, va mucho más allá de lo tradicional en la Casa Blanca y ha sido recibida como música celestial por Jiang. Sólo han pasado dos años desde que cayeron en el estrecho de Taiwan varios misiles del Ejército Popular y un Washington menos receptivo a la causa china reaccionó despachando dos portaaviones y sus grupos de combate a la zona, preparados para lo peor. Los noes de Clinton en Shanghai , acogidos con amargura en la isla de 21 millones de habitantes cuya anexión busca Pekín ("Washington y Pekín no pueden decidir bilaterlamente nuestro futuro"), han sonado mal en lugares tan distintos como Japón o India. El tono del viaje de Clinton apuntala la percepción asiática de que EEUU está iniciando una sutil reacomodación de sus relaciones en esta zona del mundo, en detrimento de su firme aliado y privilegiado socio nipón, por mucho que la secretaria de Estado, Madeleine Albright, asegure que la posición de Tokio es intocable.

Por lo demás, la estatura política de Jiang crece con esta visita. Para los chinos, contemplar a su jefe supremo en un debate televisado en directo con Clinton es semirrevolucionario. Jiang se ha permitido hablar de Tiananmen como de "disturbios políticos" en vez del "compló contrarrevolucionario" como era de rigor. Aunque los indicios de apertura exhibidos durante la visita pueden no ser más que cosmética en un país que básicamente sigue siendo una dictadura de partido único, es un hecho que, especialmente en el año transcurrido desde la muerte de Deng Xiaoping, Jiang, confiado en su autoridad creciente, ha ido definiendo posiciones: privatización, reforma bancaria, incluso cierto debate político. Quizá el líder chino comienza a asumir que una sociedad organizada en torno al dinero es más dificil de mantener a raya que otra ahormada en torno a los mandamientos de Mao. China no va a ser una democracia liberal es un futuro previsible, pero su comportamiento como "potencia responsable" -en la rampante crisis económica asiática o en el discreto manejo de los asuntos de Hong Kong- ha contribuido decisivamente a este espaldarazo de Clinton.

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