Tribuna:

La mano que mece la cuna

JAVIER MINA Ha muerto una persona y es muy triste. Pero podría no haber muerto, y resulta todavía más triste. Sobre todo porque estuvo en su mano. Pudiendo elegir entre la vida y la muerte, eligió la muerte. De no haber empuñado el arma para morir matando, hoy esa persona estaría viva. Porque lo tuvo en su mano. No es la opinión, por supuesto, de quienes sintiéndose obligados a decir lo que sea con tal de no perder la mano han manifestado que la policía entró a matar, que su único objetivo consistía en aniquilar el comando que se ocultaba en Gernika. Quienes se sienten obligados a no dar su ...

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JAVIER MINA Ha muerto una persona y es muy triste. Pero podría no haber muerto, y resulta todavía más triste. Sobre todo porque estuvo en su mano. Pudiendo elegir entre la vida y la muerte, eligió la muerte. De no haber empuñado el arma para morir matando, hoy esa persona estaría viva. Porque lo tuvo en su mano. No es la opinión, por supuesto, de quienes sintiéndose obligados a decir lo que sea con tal de no perder la mano han manifestado que la policía entró a matar, que su único objetivo consistía en aniquilar el comando que se ocultaba en Gernika. Quienes se sienten obligados a no dar su mano a torcer no se dan cuenta que de los tres miembros del comando sólo ha muerto uno, el que trató de llevar su lógica de muerte hasta el final, en cambio los otros dos le han sobrevivido. ¿Lo hubieran hecho si, como dicen quienes se sienten obligados a decir tantas cosas, la policía hubiera entrado a sangre y fuego? ¿Acaso no se percatan de que en aquella trágica madrugada se dieron las tres posibles salidas que el propio terrorista se autoriza: morir -matando-, huir o entregarse? No sería extraño que hubiera incluso fanáticos que piensen que la vida de los supervivientes empaña la muerte de quien decidió inmolarse. Quienes alzan la mano porque se sienten obligados a decir cualquier cosa han tomado la palabra para sostener que ahí están sus dos manos mientras que hay quien no puede enseñar más que la limpia, porque la otra -su mano asesina- la tiene teñida de sangre. Si se asesina respondiendo con las armas a los disparos de una mano armada con resultado de muerte, quienes se sienten obligados a decir de todo podrían explicarnos cómo calificarían el acto de quien a traición y sangre fría dispara contra la nuca de un ser inerme o indefenso que ni siquiera imagina que haya que matar a quien no opina como él. ¿Preferirán llamarlo accidente -se les fue la mano- o liberación nacional? Cuando quienes por decir algo hablan y dicen que ahí están sus dos manos dónde está la tuya sucio manipulador, no saben cuánto se aproximan a la verdad. En efecto, cuando dos de los máximos exponentes del mano a mano, del diálogo campechano y serio, figuraron en lugar destacado del cortejo fúnebre que conducía los despojos mortales de la pobre muerta -los muertos, todos, no pueden ser más que dignos de lástima- a su última morada previo paso por el inevitable peaje litúrgico de la exaltación martirológica, no sabían hasta qué punto mostraban realmente ambas manos: la tendida al diálogo y la mano que mece la cuna -aunque fuera por procuración o de segunda mano-, siendo lo más increíble que no hubieran podido obrar de otra manera, que no hubieran podido salirse de la foto pese a que podrían no haber estado eventualmente de acuerdo. ¿Y por qué no hubieran podido salirse de la foto? Porque ETA no puede consentir que el blindaje de las conversaciones entre HB y las fuerzas nacionalistas resulte tan eficaz que acabe por dejarle fuera de juego, sin levantar mano como quien dice. Nadie se echará, pues, las manos a la cabeza ante un hecho innegable: a nada que las conversaciones se sigan manteniendo independientemente de que los terroristas continúen asesinando o caigan en enfrentamientos con la policía, se va a establecer una dinámica que dejará de facto fuera de juego al terrorismo, puesto que al privarle de la capacidad de influir en la toma de decisiones lo despojará de su única función, de su única razón de ser. Si, como quiere la lógica emprendida -¿deseada?- con el camino blindado, se llegara a prescindir también de ETA en el terreno simbólico, ETA dejaría sencillamente de existir, se volvería obsoleta, y no trato de hacer ningún juego de palabras. De ahí que la primera interesada en que la mano izquierda sepa qué hace la derecha y en que ambas aparezcan en primer plano sea la propia ETA, la mano que de verdad mece la cuna. Mientras se siga hablando con cierta nostalgia de estos chicos, por un lado, y, por el otro, se continúe apostando por la mano redentora; mientras, en definitiva, se le siga haciendo la manicura, la mano que mece la cuna seguirá conquistando el mundo.

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