Editorial:

Llamada de atención

AUNQUE PAREZCA sencillo, vender en la Bolsa las acciones de una gran empresa pública requiere habilidad, experiencia, una gran dosis de prudencia y una pizca de suerte. No se trata solamente de situar en el mercado un volumen más o menos elevado de acciones a un precio fijado mecánicamente por las últimas cotizaciones. El propietario -en este caso, el Estado- y el colocador deben tener en cuenta factores más complejos, como la fecha de la colocación, el grado de saturación del mercado o la disposición previsible de los compradores a mantener las acciones y, por tanto, a sostener la estabilidad...

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AUNQUE PAREZCA sencillo, vender en la Bolsa las acciones de una gran empresa pública requiere habilidad, experiencia, una gran dosis de prudencia y una pizca de suerte. No se trata solamente de situar en el mercado un volumen más o menos elevado de acciones a un precio fijado mecánicamente por las últimas cotizaciones. El propietario -en este caso, el Estado- y el colocador deben tener en cuenta factores más complejos, como la fecha de la colocación, el grado de saturación del mercado o la disposición previsible de los compradores a mantener las acciones y, por tanto, a sostener la estabilidad del valor que compran. La caída del valor de la compañía eléctrica Endesa -una de las joyas de la corona del antiguo sector público empresarial- el primer día de su colocación en casi el 5% es un indicio de que esta segunda y definitiva privatización no se ha ejecutado con la precisión debida. A pesar de que es la enajenación más importante realizada en el mercado español.La explicación más verosímil de esta convulsión, rápidamente contrarrestada ayer por una nueva subida de la cotización, es el apresuramiento con que se ha intentado colocar en el mercado una cantidad excesiva de acciones (306 millones) que la demanda de títulos ha sido incapaz de asimilar. Reputadas instituciones y los expertos más conservadores advirtieron de que el mercado absorbería con dificultad el 29% del capital de Endesa, porque la demanda de renta variable, siendo amplia, es más restringida para un solo valor. Pero los responsables de las privatizaciones, atendiendo quizá al excelente nivel del mercado y la expectativa de un precio elevado, prefirieron no dividir en dos partes la operación. El resultado ha sido un prorrateo más generoso de lo previsto para el tramo minorista y una tendencia exagerada a la venta para compensar el exceso de liquidez desembolsado por quienes no esperaban recibir tantas acciones.

Es una llamada de atención. Podría haber costado caro a los inversores y debilitar la colocación si la tendencia alcista del mercado no hubiera compensado, al menos hasta el momento, el primer impulso vendedor. Es una lección de prudencia que el Gobierno debe aprender para el futuro; aunque ya no queden privatizaciones tan voluminosas como la de Endesa.

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