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DE PASADAAntiguamente las personas hacían píldoras con las mucosidades, o incluso acomodaban las partes en el calzoncillo, con la confianza de que su gesto no sería percibido. Era fácil mantener la intimidad: bastaba con mirar alrededor y cerciorarse de que no había curiosos ni paseantes casuales. Ahora, en cambio, las cámaras que regulan el tráfico en los semáforos y los cruces; las que vigilan las entradas a los bancos y a los edificios oficiales; las que siguen nuestros pasos en los grandes almacenes; los vigilantes que nos ceden el paso con cierta desconfianza en las puertas de las cafeter...

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DE PASADAAntiguamente las personas hacían píldoras con las mucosidades, o incluso acomodaban las partes en el calzoncillo, con la confianza de que su gesto no sería percibido. Era fácil mantener la intimidad: bastaba con mirar alrededor y cerciorarse de que no había curiosos ni paseantes casuales. Ahora, en cambio, las cámaras que regulan el tráfico en los semáforos y los cruces; las que vigilan las entradas a los bancos y a los edificios oficiales; las que siguen nuestros pasos en los grandes almacenes; los vigilantes que nos ceden el paso con cierta desconfianza en las puertas de las cafeterías, o los policías que caminan si prisas por la ciudad, contabilizan y procesan cada uno de los gestos privados de los viandantes. Los profesionales encargados de vigilar el desenvolvimiento de las rutinas urbanas saben cuál es el grado de educación de la ciudadanía por la frecuencia y el descaro con que se rasca en los espacios públicos, se tienta la entrepierna o se hurga la dentadura o las narices. A esta legión de sabuesos se ha unido en los últimos meses la prole numerosa de guardaspaldas que sigue a los políticos del PP allá donde vayan. Mirar a un diputado, hacer ademán de saludarle, decirle adiós por la calle es un gesto comprometido. Incluso en las ruedas de prensa, como la celebrada el viernes por Juan Ojeda en Granada, aparecen tipos fornidos que no dejan de observar tus manos, analizar la franqueza de tu sonrisa o la verosimilitud con que tomas nota. Se hace cuesta arriba utilizar la mordacidad o la ironía pues el sujeto, aunque calla, parece que registrara a fuego en su memoria cualquier ademán sospechoso o desconsiderado. ¡Cómo limpiar una legaña con confianza! ¡Cómo sosegar con la uña del dedo meñique la comezón del oído! La escolta del concejal del PP de Málaga, Francisco Lucena, evitó el lunes un atraco. No sobresalen, sin embargo, sus méritos más perseverantes: su contribución al restablecimiento de la urbanidad, mediante el deplorado pero práctico método de la cohibición. ¿Qué pasará cuando el número de vigilantes supere al de vigilados? ¿De qué forma misteriosa se establecerá la contraprestación?

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