El acoso popular fuerza la dimisión de un gobernador mexicano del PRI

Ante la imposibilidad de capear el temporal de denuncias, el acoso de la opinión pública, y la inminencia de un juicio político en su contra, el gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Oléa, renunció el martes al cargo. Muy pocas veces en México un frente opositor de estas características forzó una defenestración.

El calvario del gobernador de un Estado con más de 400 secuestros, impunes la mayoría, durante su mandato comenzó en febrero con un asombroso episodio: el jefe de la policía antisecuestros, Armando Martínez, fue sorprendido por una patrulla arrojando a una cuneta el cadáver de u...

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Ante la imposibilidad de capear el temporal de denuncias, el acoso de la opinión pública, y la inminencia de un juicio político en su contra, el gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Oléa, renunció el martes al cargo. Muy pocas veces en México un frente opositor de estas características forzó una defenestración.

El calvario del gobernador de un Estado con más de 400 secuestros, impunes la mayoría, durante su mandato comenzó en febrero con un asombroso episodio: el jefe de la policía antisecuestros, Armando Martínez, fue sorprendido por una patrulla arrojando a una cuneta el cadáver de un detenido, muerto a golpes en comisaría. Las averiguaciones posteriores pasmaron: Martínez, un policía sin mácula, según el gobernador, ejercía la jefatura de una banda de secuestradores. Las fechorías y burlas padecidas agotaron la paciencia de la ciudadanía a tal punto que el gobernador apenas podía salir de palacio sin arriesgarse a una pitada de repudio.Viéndose perdido el mando antisecuestros, implicó al jefe de la policía judicial, Jesús Miyazawa, al fiscal de Morelos, Carlos Peredo, y a otros funcionarios, y quedó al descubierto un sindicato delictivo cuya catadura, complicidades oficiales y millonadas robadas indignaron tanto que el obispo metropolitano excomulgó fulminantemente a la cuerda de reos. En la picota Carrillo, general retirado, político de espesa trayectoria, firme hasta el final en la denuncia de un contubernio político en su contra, fue finalmente engullido por las pruebas sobre su responsabilidad en la comisión de los delitos y deterioro de la convivencia. La mayoría de los morelenses, en manifestaciones callejeras multitudinarias, y las organizaciones que les representan, habían reclamando la salida de Carrillo para apaciguar el Estado.

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