Antiguos contras de Nicaragua exhiben las cabezas de dos civiles

Ha tardado un mes en conocerse la noticia, pero el retraso no ha suavizado el impacto. El diario nicaragüense La Prensa convulsionó ayer a la opinión pública al publicar las fotos de las cabezas clavadas en estacas de dos personas asesinadas por un grupo armado a finales de marzo en el norte del país. Su delito fue, respectivamente, pertenecer a la Iglesia y a la policía. El crimen lleva la marca de los rearmados, aquellos excombatientes de la guerra entre sandinistas y contrarrevolucionarios que, supuestamente, se habían desarmado a finales de 1997. El incumplimiento de los acuerdos de paz y ...

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Ha tardado un mes en conocerse la noticia, pero el retraso no ha suavizado el impacto. El diario nicaragüense La Prensa convulsionó ayer a la opinión pública al publicar las fotos de las cabezas clavadas en estacas de dos personas asesinadas por un grupo armado a finales de marzo en el norte del país. Su delito fue, respectivamente, pertenecer a la Iglesia y a la policía. El crimen lleva la marca de los rearmados, aquellos excombatientes de la guerra entre sandinistas y contrarrevolucionarios que, supuestamente, se habían desarmado a finales de 1997. El incumplimiento de los acuerdos de paz y la pertinaz sequía que asola el norte del país pueden haber provocado que estos contras hayan vuelto a cambiar el pico y el arado, por los fusiles AK-47 y los puñales.Le llaman la ley de Pedrón. Ésa es la norma que aplicaron siete hombres armados en la comunidad de San Antonio, a unos cuatro kilómetros de Río Blanco, en el departamento de Matagalpa. Allá, los vecinos recuerdan ahora a Pedrón, mano derecha del general Augusto César Sandino, el líder nacionalista de principios de siglo en el que se inspiró la revolución sandinista (1979-1989). Pedrón se hizo famoso porque ajusticiaba a los invasores de EE UU cortándoles la cabeza. «Cualquiera que esté cerca de la policía y de la Iglesia, correrá la misma suerte, le aplicaremos la ley de Pedrón», dijeron los asesinos a los vecinos de San Antonio tras clavar las cabezas en sendas estacas.

Cuatro de los siete miembros del grupo se habían dirigido antes a la casa del policía voluntario Nerio José Jarquín Torres. Jarquín trató de huir, pero los armados reaccionaron antes. Dispararon seis veces sobre su cuerpo, lo remataron con tres puñaladas en el pecho y terminaron cortándole la cabeza y clavándola en una estaca.

Los tres miembros restantes del grupo ya se encontraban en ese momento en la casa de Servando Cantillano Sevilla, de 43 años, delegado zonal del c omisionado diocesano de la Iglesia católica. Lo asesinaron en la capilla que había construido con ayuda de la comunidad.

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