Editorial:

Justicia-espectáculo

L A PRESUNCIÓN de inocencia es un derecho básico que ha tenido que recordar el propio presidente de Francia, Jacques Chirac. Que Roland Dumas, ex ministro de Mitterrand y actual presidente del Consejo Constitucional, se resista a dimitir tras ser inculpado por dos magistradas resulta comprensible en el ámbito estrictamente procesal. El antiguo abogado de Picasso no reconoce la jurisdicción de las dos jueces instructoras e invoca el derecho a no ser procesado más que por la Corte de Justicia de la República, creada justamente para juzgar a ministros y ex ministros. Pero esta apelación no result...

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L A PRESUNCIÓN de inocencia es un derecho básico que ha tenido que recordar el propio presidente de Francia, Jacques Chirac. Que Roland Dumas, ex ministro de Mitterrand y actual presidente del Consejo Constitucional, se resista a dimitir tras ser inculpado por dos magistradas resulta comprensible en el ámbito estrictamente procesal. El antiguo abogado de Picasso no reconoce la jurisdicción de las dos jueces instructoras e invoca el derecho a no ser procesado más que por la Corte de Justicia de la República, creada justamente para juzgar a ministros y ex ministros. Pero esta apelación no resulta demasiado edificante y puede ser un error.Dumas es un veterano abogado, buen conocedor de los vericuetos procedimentales, que sin duda utilizará a su favor. Pero con su resistencia a dimitir de un puesto con tanta carga institucional, más bien abona las sospechas sobre su persona; sabe que está comprometiendo a la institución que preside, que dictamina sobre la constitucionalidad de las leyes, y que le coloca en quinto lugar en el protocolo de la República. Dumas, de 75 años, ha visto cómo le imponían una fianza de 125 millones de pesetas y limitaban sus desplazamientos y contactos bajo la acusación de haber favorecido y haberse aprovechado de presuntas comisiones pagadas por la empresa Elf a su amiga Christiane Deviers-Jocour en la venta de seis fragatas a Taiwan, que el entonces ministro de Asuntos Exteriores autorizó.

En esta Francia salpicada de casos de corrupción en los últimos años, Dumas tiene derecho a defenderse. No obstante, el ejemplo de los socialistas portugueses -en los últimos tiempos ha dimitido un ministro y algún alto cargo ante simples sospechas de corrupción o incluso de delitos menores- debería empezar a cundir.

La oposición, y especialmente el partido del presidente Chirac -el RPR-, ha vuelto a dividirse ante este caso. Chirac, que también tiene esqueletos en su armario parisiense, ha tenido que salir a recordar lo básico, e incluso el ex ministro del Interior de esa formación Jean Louis Debré ha criticado lo que considera «justicia-espectáculo». Lo más urgente es que la fiscalía de París se pronuncie sobre la competencia de los jueces para encausar a un ex ministro y presidente del Constitucional. Por ahí se tenía que haber empezado.

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