Un hombre de 35 años para el Kremlin

Serguéi Kiriyenko se ha convertido, a sus 35 años, en el primer ministro más joven -y probablemente en el más inesperado- de toda la historia de Rusia. Cuando el presidente Borís Yeltsin destituyó el 23 de marzo a Viktor Chernomirdin, que encabezaba el Gobierno desde hacía más de cinco años, a nadie se le podía pasar por la mente que elegiría a un joven tecnócrata, prácticamente desconocido por la élite política, para reemplazar a su experimentado y viejo aliado. Kiriyenko llegó a Moscú hace un año de la mano de Borís Nemtsov, que dimitió como gobernador de Nizhni Nóvgorod para entrar en el G...

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Serguéi Kiriyenko se ha convertido, a sus 35 años, en el primer ministro más joven -y probablemente en el más inesperado- de toda la historia de Rusia. Cuando el presidente Borís Yeltsin destituyó el 23 de marzo a Viktor Chernomirdin, que encabezaba el Gobierno desde hacía más de cinco años, a nadie se le podía pasar por la mente que elegiría a un joven tecnócrata, prácticamente desconocido por la élite política, para reemplazar a su experimentado y viejo aliado. Kiriyenko llegó a Moscú hace un año de la mano de Borís Nemtsov, que dimitió como gobernador de Nizhni Nóvgorod para entrar en el Gobierno como primer vicejefe y ministro de Combustible y Energía. Nemtsov nombró como su segundo en este ministerio a Kiriyenko, un aliado de la provincia de Nizhni. El triunfador de ayer pasó a ser ministro de Combustible hace sólo cinco meses.

Es verdad que en Nizhni Nóvgorod, la antigua Gorki, Kiriyenko había hecho una brillante carrera que comenzó en la época soviética. Durante la perestroika fue secretario de la Juventudes Comunistas de la provincia y después de la caída de la URSS dirigió un banco y una compañía petrolera.

Nacido en Abjazia, Kiriyenko se crió en el balneario ruso de Sochi con su madre. Está casado con María Áistova, una médico con la que tiene dos hijos: Vladímir, un varón adolescente, y Liubov, una niña de 8 años.

Kiriyenko encabeza el Gobierno en una época difícil, de crisis económica y de ánimos preelectorales. Y si no consigue el milagro de mejorar la situación para los millones de rusos que han sido golpeados por las brutales reformas económicas, será la cabeza de turco que sacrificará Yeltsin en vísperas de las próximas elecciones.

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