Cartas al director

Esclarecedor

La carta de don Guillermo Gortázar, diputado del PP, publicada en EL PAÍS del pasado domingo día 12, es de las que retrata, más que toneladas de discursos, a su autor y seguramente a sus correligionarios, a menos que éstos le desautoricen a toda velocidad. Al final de un «vibrante» alegato a propósito del asunto del embajador en Cuba, respuesta a otro de Joaquín Leguina (cuyas razones el señor Gortázar no intenta siquiera disipar), el autor de la carta coloca una frase final que es toda una perla cultivada, más grave si cabe porque se la supone meditada: «Con la patria, como con la familia, se...

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La carta de don Guillermo Gortázar, diputado del PP, publicada en EL PAÍS del pasado domingo día 12, es de las que retrata, más que toneladas de discursos, a su autor y seguramente a sus correligionarios, a menos que éstos le desautoricen a toda velocidad. Al final de un «vibrante» alegato a propósito del asunto del embajador en Cuba, respuesta a otro de Joaquín Leguina (cuyas razones el señor Gortázar no intenta siquiera disipar), el autor de la carta coloca una frase final que es toda una perla cultivada, más grave si cabe porque se la supone meditada: «Con la patria, como con la familia, se está con razón y sin ella». Argumentando así, no solamente el señor Gortázar se envuelve en la bandera de España para ligar una decisión (cuando menos discutible) del Gobierno con Felipe II, Eloy Gonzalo, Agustina de Aragón, Fernando VII, Cánovas y otros ilustres momios de nuestra historia. Además, el señor Gortázar nos expone que su idea de la política (esa noble actividad humana en la que se gestionan los asuntos públicos) es más de adhesión que de convencimiento, más de fe (de la del carbonero) que de razón. No hace mal, sin embargo, y dado el contexto, el señor Gortázar en creer que la política es cuestión de glándulas endocrinas en lugar de pedagogía y razones. Los hechos demuestran que con tan pobre bagaje (y alguna que otra afonía oportuna) se pueden alcanzar cotas muy altas en el Gobierno. El ejemplo que se dé a los ciudadanos carece, visto lo visto, de importancia.- . .

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