El sexo de los pacientes

Un prostíbulo holandés colabora contra la agresividad de los enfermos psiquiátricos

Jan tiene grandes dificultades para entablar relaciones con el mundo que le rodea. Lleva 20 años internado en centros para personas con problemas mentales, hasta hace poco no se ocupaba lo más mínimo de su aspecto ni de su higiene personal y jamás se había atrevido a tocar a una mujer. Su vida empezó a cambiar hace unos meses, cuando el Hospital Psiquiátrico Vijverdal, de Maastricht (Holanda), llegó a un inusual acuerdo con un prostíbulo cercano: por un precio bajo, Jan y los otros pacientes en régimen abierto pueden desahogarse sexualmente con profesionales (véase EL PAÍS del 4 de octubre...

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Jan tiene grandes dificultades para entablar relaciones con el mundo que le rodea. Lleva 20 años internado en centros para personas con problemas mentales, hasta hace poco no se ocupaba lo más mínimo de su aspecto ni de su higiene personal y jamás se había atrevido a tocar a una mujer. Su vida empezó a cambiar hace unos meses, cuando el Hospital Psiquiátrico Vijverdal, de Maastricht (Holanda), llegó a un inusual acuerdo con un prostíbulo cercano: por un precio bajo, Jan y los otros pacientes en régimen abierto pueden desahogarse sexualmente con profesionales (véase EL PAÍS del 4 de octubre).

Los responsables del centro médico -que atiende a 550 pacientes, 200 de ellos en régimen abierto- esperaban reducir así su agresividad. Y, una vez que ha pasado algún tiempo, se muestran contentos con la experiencia. "No hay que interpretarlo como una terapia", puntualiza Cecile Aan de Stegge, directiva del centro e impulsora de la idea. "Al igual que todo el mundo, los enfermos mentales tienen necesidades sexuales, pero por sus circunstancias no son las personas ideales para encontrar pareja fácilmente", explica. "Tampoco en los centros se dan las facilidades".

"La experiencia está funcionando muy bien", asegura el enfermero Leon Lammers, quien reconoce que por ahora sólo cuatro o cinco pacientes están haciendo uso del servicio de manera continua. El alto porcentaje de católicos en Maastricht puede estar desempeñando un papel determinante en ello.

Pero los responsables del centro médico siguen con su idea de que así se puede contribuir a reducir "Ias relaciones de pasillo o cuarto de baño" y las agresiones sexuales que se dan a menudo en los hospitales psiquiátricos. Por eso Aan de Stegge acudió meses atrás a la policía local, que le proporcionó una lista de varios prostíbulos considerados "de fiar".

Una sola visita al Club d'Amour fue suficiente para inclinarse por él. Está situado en el centro de la ciudad, es serio, limpio y ordenado, según la policía, y su dueña, Madame Nathalie, ofreció sin dilación una reducción especial. Los pacientes del Vijverdal que hacen uso de sus servicios pagan 75 florines (alrededor de 5.600 pesetas) por media hora, poco más de la mitad de lo que les cuesta al resto de los clientes.

Nathalie fue cocinero antes que fraile. Su complicidad se explica mejor cuando se sabe que 12 años atrás trabajó como enfermera en un centro psiquiátrico. "Setenta y cinco florines es todavía mucho dinero para alguien que recibe sólo 300 para todos sus gastos, pero desde un punto de vista estrictamente financiero no puedo hacer más", ha explicado, revelándose como una gran conocedora de los problemas que sufren los pacientes.

Nathalie los trata con especial esmero y se encarga personalmente de seleccionar a las mujeres más adecuadas. "Mis chicas tienen la orden de mostrar el máximo de paciencia con estos clientes y sobre todo de no estar pendientes del reloj", dice.

Por su experiencia anterior sabe que los tratamientos médicos que siguen les provocan muchas veces problemas de erección. Nathalie asegura que, "salvo los nervios lógicos de los primerizos", las chicas no tienen quejas y no se ha presentado ni un solo problema.

Los pacientes, identificados con una tarjeta para evitar que se cuelen con la oferta clientes ajenos al centro, pueden pactar libremente las citas con las prostitutas. Sólo en el caso de que expresamente lo soliciten, Leon Lammers -un enfermero de Vijverdal- los acompaña y espera pacientemente en el bar hasta que bajan.

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