Editorial:

Deplante aéreo

LOS CLIENTES de Iberia parecen condenados a sufrir los caprichos del azar, en forma de huelgas, obras ruinosas, cortes de electricidad u otros avatares desagradables, desde el momento en que deciden viajar con la compañía. En esta ocasión, el caos en los vuelos y el desprecio más absoluto para los viajeros han venido de la mano -una vez más- del SEPLA. El sindicato de pilotos, al parecer sin declaración previa de hostilidades, empezó a aplicar el jueves pasado una especie de huelga de celo -"actitud de no colaboración", según el sindicato- de consecuencias devastadoras para los servicios de v...

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LOS CLIENTES de Iberia parecen condenados a sufrir los caprichos del azar, en forma de huelgas, obras ruinosas, cortes de electricidad u otros avatares desagradables, desde el momento en que deciden viajar con la compañía. En esta ocasión, el caos en los vuelos y el desprecio más absoluto para los viajeros han venido de la mano -una vez más- del SEPLA. El sindicato de pilotos, al parecer sin declaración previa de hostilidades, empezó a aplicar el jueves pasado una especie de huelga de celo -"actitud de no colaboración", según el sindicato- de consecuencias devastadoras para los servicios de vuelo. Ayer fueron cancelados 29, otros 375 sufrieron retrasos medios de una hora y unos 40.000 viajeros resultaron afectados en varios aeropuertos.Los pilotos del SEPLA han utilizado esta vez como pretexto para sembrar el caos unas reivindicaciones confusas, en nombre de las cuales han abusado, por el momento impunemente, del tiempo y de la paciencia de los viajeros de, Iberia. Arguye el SEPLA que Iberia no ha renovado la flota en las condiciones establecidas; que la compañía tampoco ha ejecutado la ampliación de capital prevista, y, lo que se supone verdadera razón de la tropelía de los pilotos, que ha contratado a 11 tripulaciones de Air Europa que tienen sueldos inferiores a los comandantes de Iberia. El caso es que los pilotos de Iberia, un grupo privilegiado dentro de la compañía -que cuenta con salarios que superan en un 40% a sus colegas europeos-, ha vuelto a utilizar a los pasajeros como rehenes para presionar en una negociación con la compañía en la que quieren mantener sus salarios privilegiados y su cuota de trabajo bien remunerado -amenazada por la contratación de los pilotos de Air Europa- por encima de cualquier escrúpulo.

El Gobierno, a través de las autoridades laborales y aeroportuarias, no puede permitir el desplante de los pilotos ni que se siga abusando impunemente de la paciencia de los viajeros, testigos mudos de un conflicto cuyas consecuencias no tienen por qué pagar. Las autoridades deben confirmar si la postura de no colaboración fue legalmente tramitada y comunicada -Iberia asegura que "no ha sido formalmente convocada ni anunciada" - y si están garantizados los derechos de los pasajeros. En caso contrario, deberían aplicar las sanciones pertinentes por la arbitrariedad de los pilotos del SEPLA, imponer a Iberia- responsable también de una comunicación deficiente del conflicto y de una pérdida de calidad en los servicios- una información precisa sobre los vuelos mientras dure la arbitrariedad del sindicato y obligar a que el conflicto se resuelva en el marco de una negociación transparente.

Un conflicto sin anuncio previo, desarrollado a capricho de quien lo ejecuta, sin expectativas conocidas de negociación, es inadmisible en una sociedad democrática. Admitir semejante desafuero sería tanto como ceder ante la arbitrariedad y el chantaje de unos empleados encastillados en la defensa de sus privilegios.

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