Recortes de sombras y frescuras

Expertos y ecologistas debaten sobre las podas en una jornada en defensa del árbol urbano

¿Los curan o los matan? Ésa suele ser la pregunta que muchos madrileños con sensibilidad ecológica se hacen al contemplar los efectos del hacha o de la motosierra sobre los árboles de la ciudad. En días de poda, como ayer mismo en el paseo del Prado, ramas e incluso algunos troncos presentan doloridos sus muñones tras el paso del acero.

Pero los árboles permanecen silenciosos e indefensos ante los ataques que sufren. Estos comienzan desde que el vecino o vecina utiliza su alcorque, el pequeño perímetro de tierra del que extrae su vida, para verter agua con detergente, productos quím...

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¿Los curan o los matan? Ésa suele ser la pregunta que muchos madrileños con sensibilidad ecológica se hacen al contemplar los efectos del hacha o de la motosierra sobre los árboles de la ciudad. En días de poda, como ayer mismo en el paseo del Prado, ramas e incluso algunos troncos presentan doloridos sus muñones tras el paso del acero.

Pero los árboles permanecen silenciosos e indefensos ante los ataques que sufren. Estos comienzan desde que el vecino o vecina utiliza su alcorque, el pequeño perímetro de tierra del que extrae su vida, para verter agua con detergente, productos químicos o el resultado del lavado del automóvil. Pero los árboles no se quejan, devuelven bien por mal. Incluso cuando los enamorados graban profundamente con navajas sus nombres en sus troncos, ellos, desde su copa, sueltan una hoja, un fruto o una flor.

Ayer mismo, un poco más arriba del paseo y en la calle del Prado, sede del Ateneo de Madrid, un coloquio con sindicalistas, expertos, ecologistas y técnicos conmemoraba precisamente una jornada en Defensa del Árbol Urbano.

Una de las impresiones dominantes considera que el trato a los árboles en Madrid, podas incluidas, es aplicado con criterios poco profesionales, con descuido o sin conocimientos. Hay datos: de las 4.400 hectáreas de territorio verde madrileño, el cuidado de la mitad corresponde a seis empresas privadas que emplean personal "al que se paga tan poco que la exigencia de cualificación resultaría sorprendente", comenta un representante de CC OO. Para una superficie gestionada directamente por el Ayuntamiento de 2.200 hectáreas, sólo se destinan 17 técnicos verdes, expertos en montes, agronomía o ecología, así como tres aparejadores y seis administrativos. En París, con mil hectáreas menos, hay 160 técnicos, 150 administrativos y 1.000 jardineros más en Madrid, así como una policía especial de parques, "y con poder sancionador", insiste Santiago Romero, responsable municipal de Parques y Jardines.

Según algunos de los asistentes, el origen político de los males que afectan tan dañinamente a los árboles en Madrid se debe a la disparidad entre la naturaleza pública de ese bien ecológico y a la gestión privada, atomizada, que cada una de las 21 juntas municipales aplica sobre su demarcación distrital. Desde las especies a plantar hasta el tipo de poda a desplegar varían de un distrito a otro, según se decide en los departamentos de Vías Públicas de cada junta, integrados, curiosamente, por aparejadores. "Se trata de verdaderos reinos de taifas, que impiden una política unitaria sobre el árbol", dice Tomás de Lorenzo, funcionario municipal de Comisiones Obras. La paisajista María Medina resalta "los páramos" en los 'que se van convirtiendo las hormigonadas plazas de reciente creación, sin vitalidad, ni sombra, ni verdor alguno, "casi alicatadas hasta el techo", ironiza una joven estudiante.

Entre las propuestas más atrevidas, la de De Lorenzo: un Defensor del Árbol. Si se tiene en cuenta que un plátano de doce metros de altura, de esos que pueblan numerosas calles de Madrid, en periodo de vegetación produce cada día 1,7 metros cúbicos de oxígeno, tal defensor no sería otra cosa que un auxiliar del Defensor del Pueblo. Tal vez así las podas no se confundan con los devastadores desmoches, como hasta ahora ha sido, y los árboles de Madrid puedan volver a ser surtidores de frescura y sombra.

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