Editorial:

El 'recorte' de Blair

REFORMA Y ahorro no son términos necesariamente complementarios, aunque el objetivo de la primera sea lo segundo. Ahí está el nudo del problema para el primer ministro laborista británico, Tony Blair, quien parece acometer la reforma de la costosa Seguridad Social de su país acuciado por lo que cuesta al erario público, pero sin tener elaborado previamente un plan que fije los objetivos y las consecuencias de dicha reforma. Aunque la hora de la verdad llegará la primavera próxima, los primeros pasos han sido recibidos con una minirrebelión dentro del propio partido e incluso del Gobierno, que ...

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REFORMA Y ahorro no son términos necesariamente complementarios, aunque el objetivo de la primera sea lo segundo. Ahí está el nudo del problema para el primer ministro laborista británico, Tony Blair, quien parece acometer la reforma de la costosa Seguridad Social de su país acuciado por lo que cuesta al erario público, pero sin tener elaborado previamente un plan que fije los objetivos y las consecuencias de dicha reforma. Aunque la hora de la verdad llegará la primavera próxima, los primeros pasos han sido recibidos con una minirrebelión dentro del propio partido e incluso del Gobierno, que pone fin a la famosa luna de miel con la opinión pública de los primeros meses en el poder.El coste anual de la Seguridad Social británica es deunos 97.000 millones de libras (casi 25 billones de pesetas); de ellos, el 24% corresponde a las atenciones de enfermedad e invalidez, y un 42% a jubilaciones y gastos anejos. Por ello la única posibilidad seria de ahorro hade partir de ahí. Pero el primer escarceo de la Administración, que se ha dado probablemente para tentar latemperatura del agua, con la supresión de las ayudas alos padres solos -hombre o mujer-, además de quesupone apenas un ahorro de 100 millones de libras(25.000 millones de pesetas), ha sido un paso en falso.

La reacción no sólo ha sido ampliamente popular, sino que ha entrañado la defección, en una votación en los Comunes, de 47 parlamentarios laboristas, y una carta de protesta del ministro de Educación, dirigida a Blair. Todo un síntoma de lo que puede ocurrir cuando llegue el verdadero recorte. La cuestión de fondo es la creencia generalizada de que Blair tiene dificultades en trasladar sus proclamas, vibrantes de enunciación y tono decisivo, en políticas prácticas.

Pese a la victoria abrumadora -con una mayoría de más de 200 escaños- que obtuvo el llamado nuevo laborismo en las elecciones del pasado 1 de mayo, no se ha dicho con claridad qué es lo que sobra, lo que hay que adelgazar en el presupuesto social, ni cuáles son los criterios que van a presidir la operación recorte. El primer ministro se harta de repetir, como en un reciente artículo en la prensa británica, que no vacilará, que las decisiones, por difíciles que sean, se tomarán, así como que no por ello sufrirán los "verdaderamente necesitados". La presunta solución al problema parece que ha de venir de la adopción de criterios mixtos, asociación de la iniciativa privada para abaratar y mejorar la asistencia social, lo que el Gobierno califica de "competencia, no; cooperación, sí". Pero tampoco parece saber cómo se orquesta ese bello binomio.

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Lo que haga Blair va a ser seguido atentamente en otros países europeos, entre ellos España; pero está claro que el laborismo no va a decir amén a todo lo que se le ocurra a su líder. Si el nuevo laborismo fuese igual al conservadurismo de siempre -como dicen los oportunistas neoliberales-, no será fácil reeditar el éxito de mayo, aunque haya un terreno común entre el pasado thatcherismo y el nuevo laborismo. Hay expectación de cómo se cuadrará el círculo reforma-ahorro. Hará falta un gran matemático-social para ejecutarlo.

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