Reportaje:EXCURSIONES: LA BUITRERA

Ancha es Castilla

Esta cima del macizo de Ayllón domina cinco provincias y montes en 150 kilómetros a la redonda

Si es verdad lo que afirmaba Obermann, el personaje de Senancour, de que jamás se podrá expresar el sentimiento de la montaña en una lengua hecha por los hombres de las llanuras, entonces es inútil explicar en este idioma forjado sobre el yunque de la meseta el éxtasis que arrebata a quienes se encaraman al risco de la Buitrera y, desde sus 2.046 metros de altura, contemplan arrobados el viejo solar castellano. Es como tratar de definir la ventisca en bantú o describir los diversos matices del color rojo en sistema Braille. Dejemos de lado, pues, los sentimientos y ciñámonos a los hechos.Que d...

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Si es verdad lo que afirmaba Obermann, el personaje de Senancour, de que jamás se podrá expresar el sentimiento de la montaña en una lengua hecha por los hombres de las llanuras, entonces es inútil explicar en este idioma forjado sobre el yunque de la meseta el éxtasis que arrebata a quienes se encaraman al risco de la Buitrera y, desde sus 2.046 metros de altura, contemplan arrobados el viejo solar castellano. Es como tratar de definir la ventisca en bantú o describir los diversos matices del color rojo en sistema Braille. Dejemos de lado, pues, los sentimientos y ciñámonos a los hechos.Que desde la Buitrera se ve media Castilla es un hecho. En los días claros se otean, al septentrión, las besanas de los campos segovianos enfilando hacia la depresión del Duero y rompiendo como un mar de panes contra la sierra burgalesa de la Demanda y la soriana de Urbión, que allá al noreste entroncan con la mole azul y blanca del Moncayo. A levante y mediodía, las aguas madres del Sorbe ciñen por valles y barrancas la serrezuela de Tejera Negra, tras la cual despunta el Ocejón.

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Al suroeste, casi a mano del observador, se empina el pico del Lobo, aullándoles en el cogote a los esquiadores de la estación de La Pinilla; a su vera, queda el abombado cerro de la Cebollera Vieja o Tres Provincias, mojón de Segovia, Guadalajara y Madrid; y más allá, las cumbres del Guadarrama se alejan solapándose hacia el lejano poniente, allí donde humea, al pie de Peñalara, la Real Fábrica de Cristal de La Granja, cual fragua de un Belén minuciosamente animado. O sea: cinco provincias y un horizonte que, en el caso del Moncayo, dista 150 kilómetros.

Contrafuerte

Es la Buitrera un contrafuerte que se desprende del macizo de Ayllón hacia el norte, allende Somosierra; un risco a modo de proa que, por su posición avanzada, no sólo atalaya los montes del sistema Central, sino -como acabamos de ver-buena porción de las tierras castellanas, a tal punto que el montañero Manuel Rincón ha podido escribir: "Nos encontramos aquí en un cierto punto de equilibrio histórico-geográfico entre el marqués de Santillana y don Álvaro de Luna, en sus feudos de Manzanares y Ayllón, o entre las correrías de Almanzor por Gredos y Fernán González por el Urbión, o entre los monasterios de Yuste y Silos, y tantas otras fantasías que podamos imaginar...". Y, aunque esto no sea un hecho, nada nos impide tener a la Buitrera por el centro de Castilla.Acurrucada en su falda, yace Riaza: villa segoviana cuyos recuerdos se remontan al siglo X, recién extendida la frontera castellana al sur del Duero; pueblo de calles empedradas, balconadas y casas de entramado de madera; y lugar "famoso por sus truchas, de las que los riazanos están tan orgullosos", según Camilo José Cela, "que, no bastándoles con verlas en el plato, las llevaron a su escudo", como atestigua el blasón que campea en la fachada del Ayuntamiento.

No truchas, pero casi tanta agua como el río Aza, o Riaza, sacan las fuentes que han dado nombre a la ermita de Hontanares. A espaldas del santuario, atravesando un pinarcejo de repoblación, una puerta giratoria permite a los excursionistas adentrarse en el espeso robledal por un sendero que trepa hasta el collado de la Fuente. A partir de aquí, siguiendo siempre por la cresta hacia el sur, se superan cuatro mogotes rocosos consecutivos -sin perder de vista los hitos de piedras que jalonan los mejores pasos- y se encara el tramo final de la ascensión por una serie de colladitos alfombrados de muelle gayuba que culminan, después de tres horas de pausada marcha, en la Buitrera, reconocible por su vértice geodésico.

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Ardua tarea la de comunicar con palabras la sensación de la cumbre. Toda palabra, decía Borges, presupone una experiencia compartida.

La Buitrera puede no significar nada para la mayoría de los castellanos, incluidos los madrileños. Quienes han subido a ella, empero, han sentido cuán ancha es Castilla, han sentido Castilla.

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