La horma de la ley

Un chino fue detenido y encerrado para ser expulsado del país por llevar unos zapatos demasiado nuevos y caros.

En la noche de la calle de la Montera, el brillo de un par de zapatos Guy Laroche levantó las sospechas de la Policía Municipal. Corría frío aquel 31 de enero de 1997 y los agentes decidieron actuar rápido. Identificaron al hombre de los zapatos relucientes, un chino de nombre Cay Yi Zi Yi Zi, y en su bolsillo encontraron una tarjeta, del casino con el nombre de una compatriota. Eso les bastó, según consta en el sumario, para detener al extranjero bajo la acusación de haber, comprado un calzado robado (delito de receptación). El chino, llevado por sus zapatos, acababa de entrar con paso firme ...

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En la noche de la calle de la Montera, el brillo de un par de zapatos Guy Laroche levantó las sospechas de la Policía Municipal. Corría frío aquel 31 de enero de 1997 y los agentes decidieron actuar rápido. Identificaron al hombre de los zapatos relucientes, un chino de nombre Cay Yi Zi Yi Zi, y en su bolsillo encontraron una tarjeta, del casino con el nombre de una compatriota. Eso les bastó, según consta en el sumario, para detener al extranjero bajo la acusación de haber, comprado un calzado robado (delito de receptación). El chino, llevado por sus zapatos, acababa de entrar con paso firme en el laberinto de la Ley de Extranjería.Los agentes municipales condujeron al supuesto delincuente a la comisaría más próxima. Allí, la policía nacional le tomó declaración (el chino dijo que era inocente e insistió en que había comprado los zapatos por 15.000 pesetas) y puso al sospechoso a disposición del Juzgado de Instrucción número 37 con la petición, de que fuese encerrado en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Moratalaz.

Cay Yi Zi Yi Zi se vio de repente incurso en dos procedimientos. El expediente gubernativo, abierto por su estancia ilegal en España, y el judicial, incoado por su presunto delito. Ambos podían desembocar en un mismo y lejano lugar: China.

La juez tomó en consideración ambas posibilidades y acordó expulsarle de España (en "sustitución del procedimiento en que se hallaba encartado por un supuesto delito de receptación") y, mientras esta medida se materializaba, encerrarle en el centro de internamiento. Acto seguido, el acusado fue conducido a Moratalaz. Empezaba la cuenta atrás. Transcurridos 40 días sería expulsado.

Su abogado, Juan Carlos Mendoza, recurrió la orden judicial de internamiento y expulsión. No tuvo suerte. La juez desestimó el recurso al, considerar que si el hombre era liberado día escaparse (carecía de trabajo, vivía en casa de unos amigos y su identidad estaba bajo sospecha) y que la orden de expulsión se ajustaba a la Ley de Extranjería. El letrado acudió entonces a una instancia superior: la Audiencia Provincial de Madrid. Pero nuevamente prevaleció el criterio de la juez.

La estancia de Cay Yi Zi Yi Zi en España parecía haber tocado a su fin. Mientras sus papeles eran enviados a la Embajada de China para determinar su procedencia exacta, la policía empezó a preparar el viaje de repatriación. Y entonces saltó la sorpresa: ningún funcionario de la legación diplomática china era capaz de documentar a aquel hombre. Bucearon en montones de papel, repasaron archivos y rebuscaron en listas interminables, pero nadie era capaz de identificarle. ¿Sería realmente chino? ¿O bien de Camboya? ¿O de Vietnam? ¿O de Corea del Sur?... El resultado fue que, sin documentación, no había forma de determinar su procedencia exacta y, por tanto, de devolverle a su verdadera tierra de origen.

El 7 de marzo de 1997, el Juzgado de Instrucción número 37 dictó una providencia que dejaba en libertad a Cay Yi Zi Yi Zi. El hombre volvió a casa de sus amigos y contó lo ocurrido. Para la justicia seguía siendo un acusado, pero al menos vivía libre.

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Pasaron los meses, y en octubre pasado, la justicia volvió a atender su caso. En un escueto auto, la misma juez que le había encerrado, que había decretado su expulsión y que, había desestimado sus recursos, daba por cerrada la causa al entender que "no estaba debidamente justificada la perpetración del delito que había motivado su apertura". El caso quedaba sobreseído. Cay Yi Zi Yi Zi había pasado 40 días en el centro de internamiento y visto su propia orden de expulsión simplemente por llevar un calzado demasiado brillante.

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