Cartas al director

Trampas

He finalizado en estos días un programa de rehabilitación cardiaca en el hospital Ramón y Cajal de Madrid. Durante más de dos meses, continuación de otra primera, fase, he recibido varias clases didácticas y gimnásticas que me servirán de inapreciable ayuda para reintegrarme a una vida activa y afrontar con naturalidad y una óptica renovadora el proceso de adaptación física y psíquica posterior a sufrir un infarto.Los temas desarrollados en estas sesiones han sido muy variados: la necesidad del ejercicio físico, la calidad de la alimentación, la posición ante los problemas cotidianos, etcéte...

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He finalizado en estos días un programa de rehabilitación cardiaca en el hospital Ramón y Cajal de Madrid. Durante más de dos meses, continuación de otra primera, fase, he recibido varias clases didácticas y gimnásticas que me servirán de inapreciable ayuda para reintegrarme a una vida activa y afrontar con naturalidad y una óptica renovadora el proceso de adaptación física y psíquica posterior a sufrir un infarto.Los temas desarrollados en estas sesiones han sido muy variados: la necesidad del ejercicio físico, la calidad de la alimentación, la posición ante los problemas cotidianos, etcétera; en resumen, la consecución de una vida verdaderamente más sana y equilibrada mediante el replanteamiento profundamente ético de los auténticos valores, huyendo de las innumerables trampas que nos tiende la sociedad que nos rodea, y que son la causa, en muchas ocasiones, de las dolencias coronarias que una gran parte de la población terminamos padeciendo.

En un momento como el actual, en que vemos día a día el deterioro del Estado de bienestar debido a los continuos ataques que el Gobierno de la derecha le asesta, particularmente a la sanidad, considero obligado manifestar mi reconocimiento hacia este grupo de profesionales de la unidad de rehabilitación cardiaca del Ramón y Cajal (cardiólogas, psicólogas, fisioterapeutas, enfermeras, asistente social, todos bajo la coordinación del doctor Francisco Maroto), los cuales, con los exiguos medios de que disponen (el gimnasio es una pequeña habitación, los instrumentos utilizados son antiguos o si se estropean no se arreglan, cada vez hay menos grupos de trabajo, con lo que la lista de espera se hace interminable..., por todas partes se percibe la fiebre de reducir a toda costa cualquier gasto) consiguen algo tan importante, y que entre todos no debemos permitir que desaparezca, como que la calidad de la sanidad esté verdaderamente al alcance de todos y no sólo de quienes pueden sufragarse lujosas clínicas privadas-

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