Un turismo exigente.

Cuando Calviá vio las orejas al lobo, la degradación turística había alcanzado tal dimensión como para ser elegida por los turistas menos escrupulosos, ávidos del alcohol barato. Se cerraban hoteles y a punto estuvo de ser eliminada por los operadores turísticos alemanes por su degradación. El Ayuntamiento se llenó de denuncias por la escasa calidad del agua y se vio forzado a reclamar su transporte en barco desde la Península, a 220 pesetas el metro cúbico.Calviá ha instalado una segunda red de agua para uso sanitario de los hoteles, ha erradicado el tráfico en varios ejes urbanos, a pesar de...

Cuando Calviá vio las orejas al lobo, la degradación turística había alcanzado tal dimensión como para ser elegida por los turistas menos escrupulosos, ávidos del alcohol barato. Se cerraban hoteles y a punto estuvo de ser eliminada por los operadores turísticos alemanes por su degradación. El Ayuntamiento se llenó de denuncias por la escasa calidad del agua y se vio forzado a reclamar su transporte en barco desde la Península, a 220 pesetas el metro cúbico.Calviá ha instalado una segunda red de agua para uso sanitario de los hoteles, ha erradicado el tráfico en varios ejes urbanos, a pesar de las manifestaciones de los comerciantes, ha descalificado hectáreas urbanizables, ha aplicado un plan de gestión ecológica integrada de la costa con el derribo de hoteles para esponjar su espacio comunal, y se encamina hacia la recuperación de su imagen como destino de un turista exigente que pregunta dónde están los contenedores del vidrio o el papel usado.

Nadie discute que la artífice de este giro copernicano es Margarita Nájera, quien se permite asistir a todos los encuentros internacionales de turismo sostenible, esperar 10 horas en el antedespacho de un secretario de Estado con Guerra y paz entre sus manos hasta arrancarle la firma de un proyecto. Desde Greenpeace o la propia ministra de Medio Ambíente, Isabel Tocino, llueven los elogios hacia la gestión de Margarita Nájera.