Seguridad ciudadana
Hace un par de semanas, en la plaza de Tirso de Molina, decenas de atónitos ciudadanos pudimos observar cómo dos policías trasladaban brutalmente -con un brazo retorcido en la espalda y a empujones- a una adolescente hacia tres grandes furgones de policía, y mucha más gente pudo oír sus estremecedores gritos.Ignoramos cuáles podían ser los motivos de tan triste, despótico y revelador espectáculo, ya que, cuando la joven se hallaba rodeada de policías tras uno de los furgones, yo, que me encontraba presente, dirigí allí mis ojos irremediablemente y, al momento, uno de ellos se dirigió hacia mí ...
Hace un par de semanas, en la plaza de Tirso de Molina, decenas de atónitos ciudadanos pudimos observar cómo dos policías trasladaban brutalmente -con un brazo retorcido en la espalda y a empujones- a una adolescente hacia tres grandes furgones de policía, y mucha más gente pudo oír sus estremecedores gritos.Ignoramos cuáles podían ser los motivos de tan triste, despótico y revelador espectáculo, ya que, cuando la joven se hallaba rodeada de policías tras uno de los furgones, yo, que me encontraba presente, dirigí allí mis ojos irremediablemente y, al momento, uno de ellos se dirigió hacia mí y me dijo que circulara y que allí no había nada que mirar.
Cumpliendo con el ineludible deber de todo ciudadano de intentar impedir y oponerse a los malos tratos, y el inalienable derecho de solicitar información, pregunté por qué la trataban así, y me respondió el policía que que miraba y que circulase.
Al otro lado de la plaza, un furgón del Samur atendía a la compañera de la citada adolescente formando un triángulo cerrado con otra furgoneta y un coche aparcados, impidiendo ver qué sucedia. Al mirar entre el hueco que quedaba, vimos que varios policías rodeaban a la chiquilla en el suelo, mientras gritaba que porqué la habían pegado. Otro agente nos mandó circular y no detenernos. -