Editorial:

Del Ulster a Dublín

LA ELECCIÓN por vez primera a la Presidencia de la República de Irlanda de una norirlandesa, Mary McAleese -47 años, casada; madre de tres hijos, católicá, abogada y catedrática de Derecho, con una actividad política de tan sólo unos meses, de tendencia nacionalista y áfincada en Belfast-, llega cargada de significado. El Ulster preside Dublín. El interés renovado de los ciudadanos del sur, de la República de Irlanda, a los problemas del norte, del gran trauma, nacional irlandés, se manifiesta ahora con toda contundencia.Y sucede ahora, cuando se ha entrado en una negociación extremadamente co...

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LA ELECCIÓN por vez primera a la Presidencia de la República de Irlanda de una norirlandesa, Mary McAleese -47 años, casada; madre de tres hijos, católicá, abogada y catedrática de Derecho, con una actividad política de tan sólo unos meses, de tendencia nacionalista y áfincada en Belfast-, llega cargada de significado. El Ulster preside Dublín. El interés renovado de los ciudadanos del sur, de la República de Irlanda, a los problemas del norte, del gran trauma, nacional irlandés, se manifiesta ahora con toda contundencia.Y sucede ahora, cuando se ha entrado en una negociación extremadamente compleja entre Dublín, Londres y las partes en litigio en Belfast para buscar una salida pacífica para el futuro norirlandés. El objetivo nacionalista de la unificación irlandesa siempre ha sido política oficial. desde la partición de 1922, pero no siempre ha recibido tal atención del sur. Durante largos periodos, el extrañamiento, la indiferencia y, sobre todo, la falta de esperanza de encontrar cualquier tipo de respuesta negociadora en Londres han limitado la política de Dublín respecto al Ulster.

McAleese ha hecho campaña bajo el lema Tendiendo puentes. Es lo que parece pretender: puentes entre norte y sur de la isla. El ordenamiento constitucional ha permitido que McAleese, residente en Belfast, sea elegida sin siquiera- derecho a voto en los comicios. Eso sí, ha soportado una campaña virulenta -incluso dentro de su propio partido, el gubernamental Fianna Fáil- por sus supuestos vínculos con el Sinn Fein, el brazo político del IRA.

La predecesora de McAlees,e, la carismática Mary Robinson, que renunció a su reelección para encabezar el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, supo darle conténido a la presidencia y asumir considerable influencia. El triunfo de McAleese abre posibilidades políticas importantes. Ella puede ser el puente para formar un frente, norte sur nacionalista integrado por el Fianna Fáil, el Sínn Fein -el único partido con representación en la República y en el Ulster- y el Partido Socialdemócrata y Laborista norirlandés.

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Más allá de esta dimensión política, no sólo es la segunda vez que triunfa una mujer para este cargo, sino que cuatro de los cinco candidatos a esta elección han sido mujeres, en un país profundamente conservador y católico, que ha experimentado una profundísima renovación y un gran auge económico. Irlanda es un miembro de la Unión Europea de lealtad y eptusiasmo extremos. No sin causa. En los últimos tres lustros este país ha gozado de un desarrollo espectacular que lo sitúa en niveles de bienestar sin precedentes en un país que siempre se vio como paradigma de la escasez, la injusticia y la desesperanza. Irlanda vive una era de desarrollo que está cambiando por completo aquel país y a su sociedad. En medio de tanta, bonanza, casi es más absurdo aún que el país siga arrastrando los traumas de la división y los traumas de la violencia.

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