Tribuna:

España, en cabeza

Avanzamos hacia las conmemoraciones del 98 sin rastro del pesimismo que invadió al país tras la pérdida de los últimos florones del imperio: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Se acabaron los complejos de inferioridad. Los propios hispanistas que tanto prestigio académico y tanta prosperidad material obtuvieron siguiendo el itinerario de nuestras incapacidades cívicas acaban de certificar en Córdoba la semana pasada el final de sus tareas. "España ya no es problema" ha dicho John Elliot haciéndose el harakiri sin saber lo que se le viene encima y expuesto a que le encasillen junto al entusiasta Ra...

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Avanzamos hacia las conmemoraciones del 98 sin rastro del pesimismo que invadió al país tras la pérdida de los últimos florones del imperio: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Se acabaron los complejos de inferioridad. Los propios hispanistas que tanto prestigio académico y tanta prosperidad material obtuvieron siguiendo el itinerario de nuestras incapacidades cívicas acaban de certificar en Córdoba la semana pasada el final de sus tareas. "España ya no es problema" ha dicho John Elliot haciéndose el harakiri sin saber lo que se le viene encima y expuesto a que le encasillen junto al entusiasta Rafael Calvo Serer de la España sin problema. Ha bastado poco más de un año de permanencia del presidente José María Aznar en Moncloa, la liquidación de los excéntricos bonsáis y la instalación de la modesta pista de padel para que España, como ayer proclamaba Abc, esté "a la cabeza de la televisión del futuro con el comienzo de emisiones de Vía Digital". Pero los prodigios, esos con los que España vuelve a ser el asombro del mundo, y que son tan de temer, no acaban ahí.Escuchemos, por ejemplo, a monseñor Fernando Sebastián, titular de la diócesis de Pamplona-Tudela y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, en la primera ponencia del Congreso de Pastoral Evangelizadora clausurado el domingo en Madrid. Impresiona oír su denuncia de cómo durante los 14 anos socialistas "la Iglesia española pasa de una situación protegida a tener que vivir bajo sospecha y en régimen de poco más que tolerancia". Así que 40 años de nacionalcatolicismo franquista y siete años de transición con Gobiernos centristas fueron incapaces de terminar la catedral de la Almudena, pero a Felipe González sigue sin reconocérsele que tomó a su cargo concluirla mientras llenaba de paso las arcas de los colegios religiosos. Por cierto, que el pueblo de Madrid espera aún impaciente el traslado de los restos de la reina Mercedes a un templo por el que tanto se interesó sin que se detecten síntomas en el Gobierno de Aznar de dar cumplimiento a ese anhelo nacional. ¿Será necesario que Luis María Anson vuelva a reclamar por Vía Digital lo que exigió en su momento desde las páginas del diario que dirigía?

Claro que las palabras de Fernando Sebastián para muchos han tenido un sonido oportunista en contraste con las anticipadas por el arzobispo de Valencia monseñor Agustín García Gasco en abierto desafío a los socialistas aún en el Gobierno. Recuérdese cómo el 26 de abril de 1988 el entonces secretario de la Conferencia Episcopal, en declaraciones a Radio Nacional, dijo que le gustaría haberse equivocado cuando afirmó "días atrás que quien se declara creyente o practicante no tiene actualmente un lugar en la sociedad española". Luego García Gasco añadió que en determinados medios de comunicación públicos, los católicos practicantes se habían visto relegados a los pasillos y comparó la situación de los católicos en España con los de Cuba. Pero conviene volver al obispo de Pamplona de quien se hacían presagios felices antes de que padeciera la lectura de El pensamiento navarro. Dice ahora monseñor Sebastián que "por primera vez después de muchos años la Iglesia española vive en plena libertad, en una sociedad suficientemente libre y democrática, sin apoyos privilegiados, pero también sin especiales presiones ni restricciones, sin falsas protecciones que le impedían seguir cerca de sí el dolor de un mundo que sufre en las tinieblas de la incredulidad".

Sólo algún observador malicioso podría considerar indelicada esa referencia a las tinieblas de la incredulidad lanzada por uno de los propietarios de la COPE, y deducir que encierra una descalificación ilegítima para sus competidores de la Organización Nacional de Ciegos. Puede ser que las tinieblas de la incredulidad sigan sin disiparse, pero al menos en España con la ayuda de la programación de las emisoras episcopales es imposible que nadie, ni siquiera los ciegos, pueda alegar que no llega a sus oídos el mensaje sonoro de las ondas cristianas que tanto y tan ejemplarmente contribuyen cada día desde el primero de la mañana a la edificación de todos en la virtud y en la convivencia. Hay también otras cuestiones en las que España se ha puesto también en cabeza, como por ejemplo en el rechazo al servicio militar, pero quedan para mañana.

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