Tribuna

El final del camino

Tengo el negro presentimiento de una barbarie irreparable. Si no se produce un milagro, Miguel Ángel Blanco va a ser asesinado de la forma más cruel e inhumana: a cámara lenta y a plazo fijo. Sólo un milagro puede impedir este crimen. Sólo la movilización decidida de los militantes, simpatizantes y dirigentes de Herri Batasuna puede detener esta barbarie, diciéndole claramente a ETA que no cuenta con ellos en este despropósito. Tienen que saber serenamente que su silencio será cómplice de, este crimen, que además pone fin a la esperanza de llegar a la paz por vías de, reconciliación y de conco...

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Tengo el negro presentimiento de una barbarie irreparable. Si no se produce un milagro, Miguel Ángel Blanco va a ser asesinado de la forma más cruel e inhumana: a cámara lenta y a plazo fijo. Sólo un milagro puede impedir este crimen. Sólo la movilización decidida de los militantes, simpatizantes y dirigentes de Herri Batasuna puede detener esta barbarie, diciéndole claramente a ETA que no cuenta con ellos en este despropósito. Tienen que saber serenamente que su silencio será cómplice de, este crimen, que además pone fin a la esperanza de llegar a la paz por vías de, reconciliación y de concordia.En la larga marcha de padecimientos del pueblo vasco sólo una mezcla de miedo y esperanza ha evitado la con frontación civil. El miedo, durante muchos años, ha mantenido atenazada a la sociedad, observando amedrentada la escalada de crímenes, chantajes y amenazas, en la confianza de que tal vez cada uno de los vascos indefensos pudiera permanecer al margen de la tragedia. Pero el miedo ha sido vencido poco a poco desde la convicción de que nadie estaba a salvo de esta barbarie. Como en la poesía de Bertolt Brecht, ETA ha ampliado el círculo de sus víctimas hasta abarcar a todos los que tienen la mínima discrepancia con sus dogmas. Cualquier vasco honrado e inteligente sabe que tio hay espacios de inmunidad, ante el fanatismo desbordado de esta huida hacia el abismo.

La esperanza de la reconciliación en el camino de la paz también ha evitado la, confrontación. Dos no riñen si uno no quiere, salvo si el agresor está tan loco como para arrinconar al agredido. Y el pueblo vasco ya ha llegado al final de un camino donde resulta imposible la convivencia con unos desalmados enardecidos, que en medio de la más absoluta impunidad jalean a quienes cometen los crímenes y además insultan a las familias de sus víctimas. En cada barrio, en cada pueblo, en cada bloque de casas, los sometidos saben quiénes son sus dominadores. Si los miembros de Herri-Batasuna que salen a la calle a insultar a sus vecinos, que amenazan a cualquiera que se manifieste por la paz, piensan que los vascos van a olvidar lo que está ocurriendo, es que desconocen los- mecanismos de la historia. Todo atropello continuado. llega a una veja ción que se hace insoportable. Y tengo el convencimiento de que estamos en el punto que ha colmado la capacidad del pueblo vasco de mantener. abierta la puerta del diálogo y la reconciliación. El tiempo se agota y se termina el camino. ETA se ha propuesto la mayor de las desmesuras. Si alguien pensaba que la capacidad para el horror estaba vencida con la visión de la cámara de tortura en donde enterraron a José Antonio Ortega Lara, es que no conoce la naturaleza de estos fanáticos. El credo de la violencia no tiene otro límite que, la oportunidad de nuevos crímenes. Y hoy, ETA, se ha propuesto poner a prueba nuestra capacidad para el horror. Las madres de los terroristas que están en la cárcel tienen sólo unas horas para decidir si el brutal asesinato de Miguel Angel Blanco es el camino de cualquiera de las reivindicaciones que ETA dice hacer en nombre de sus hijos. Cualquiera que desde el entorno de ETA guarde hoy silencio, sabe que se coloca al otro lado de un puente que probablemente no podrá volver a cruzar jamás. Porque los crímenes de ETA no serían posibles sin el apoyo y el silencio de crímenes les sostienen en la sociedad civil vasca. Tengo el convencimiento de que llegará un día en que la Ertzaintza tendrá que proteger a estos fanáticos de las iras de sus vecinos, hastiados ya de tanto sufrimiento.

Confieso la desolación que me invade ante un desenlace. que se presenta inevitable. Todos estamos convocados para decirle a este joven sometido a una angustiosa noche en un corredor de la muerte donde no hay defensa posible, que no podremos perdonar nunca este crimen que todavía puede evitarse. Si finalmente se produce, tengo la íntima convicción de que los simpatizantes de Herri Batasuna no podrán salir nunca más a. la calle manteniendo la mirada de sus vecinos, porque llegará el día que nadie querrá compartir con ellos ni un, trago de vino, ni siquiera el cruce de caminos por una misma acera. A ellos, si no rectifican hoy, sólo les espera el más amargo destierro de una sociedad que les va a ex pulsar de su seno para no volverlos a admitir jamás.

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