Tribuna:

Libreros en Internet

Acabo de comprar cinco libros americanos y uno, inglés en la red Internet. En cuatro de ellos he conseguido reducciones del 20% al 40% sobre el precio marcado, lo que supera ampliamente el coste del transporte. También he evitado que me apliquen un tipo de cambio leonino al transformar los dólares o esterlinas en pesetas. Sólo lamento haber conseguido ser más culto con menor coste gracias a infracciones del real decreto 484 / 1990 sobre precio fijo de los libros, cometidas por ciudadanos estadounidenses y súbditos británicos. Todo comenzó cuando leí en The Economist la historia de Jeff ...

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Acabo de comprar cinco libros americanos y uno, inglés en la red Internet. En cuatro de ellos he conseguido reducciones del 20% al 40% sobre el precio marcado, lo que supera ampliamente el coste del transporte. También he evitado que me apliquen un tipo de cambio leonino al transformar los dólares o esterlinas en pesetas. Sólo lamento haber conseguido ser más culto con menor coste gracias a infracciones del real decreto 484 / 1990 sobre precio fijo de los libros, cometidas por ciudadanos estadounidenses y súbditos británicos. Todo comenzó cuando leí en The Economist la historia de Jeff Bezos, el librero que acaba de colocar en Bolsa su empresa Amazon, con una capitalización de 500 millones de dólares. Amazon y una empresa inglesa, Internet Bóokshop, venden libros en la red, sobre la base de catálogos de dos millones de títulos. No pude resistir la tentación de explorar sus anaqueles virtuales.Mi admirado Mario Vargas Llosa ha lamentado más (le una vez en estas páginas el previsible efecto destructivo de los modernos métodos de mercadeo sobre las librerías. Pero he descubierto el mejor palacio de la letra impresa, la librería borgiana que se alza en mi mente cuando exploro nuevos y viejos títulos en las páginas de suplementos culturales corno los de Abc, EL PAÍS, Le Fígaro, en las revistas especializadas como Libros o The Times Literary S'upplement, y luego encargo que me los traigan los mensajeros del electrón.

Por desgracia, sólo puedo comprar con sensible descuento libros extranjeros. Ese real decreto, prohíbe que en España. "se hagan reducciones superiores al 5% sobre el precio de los libros, si no es en tiempo de feria, en que puede llegar al 10%".

Como es el caso de muchas normas, la exposición de motivos de ese decreto da falsas razones para la restricción impuesta en el, articulado. Justifica la prohibición del descuento y las barreras a la libre competencia diciendo que redundará "en beneficio del consumidor final, es decir del lector". El legislador no preguntó a las familias' si preferían que los libros de texto que han de comprar en septiembre de cada año se vendieran con amplios descuentos. Tampoco inquirió de los autores si querrían más ventas con menos margen. Sólo hizo caso e la presión concertada de editores y libreros adocenados, temerosos de que empresarios con imaginación les arrebataran los escasos o cautivos clientes con nuevas fórmulas de venta. El Círculo de Lectores, que vende por suscripción grandes tiradas de buenos libros presentados lujosamente, ha encontrado un amplio mercado de lectores ofreciendo calidad a un precio razonable. La venta por previa suscripción sería innecesaria si los distribuidores pudieran competir en el precio. Otra razón expuesta por los autores del decreto es que "no se necesitan grandes luces económicas para deducir que la libertad de descuentos conduciría a la desaparición progresiva de miles de títulos de venta lenta". Los enemigos de la competencia siempre aducen que la competencia empeora la calidad y variedad de la oferta. Hoy me he topado con un ejemplo en contra de tal prejuicio: la Internet Bookshop se especializa en la venta de decenas de miles de libros de ciencia ficción. La competencia no tiene por qué primar los best-sellers más vulgares. Me gustaría que los poseedores de grandes luces económicas fijaran alguna vez la vista en los datos de la realidad. La evolución de la venta de los semanarios en España es reveladora: los de información general decaen pese a cultivar la difamación y la sensación, mientras las revistas especializadas, sean de motociclismo, de filatelia, cocina, historia o de informática, prosperan y proliferan. Igual ocurre con los libros en los países como Estados Unidos o Inglaterra, donde no hay precio fijo de venta al público. Se me olvidaba confesar que no soy imparcial. Presido el instituto de Estudios de Libre Comercio, defensor de la competencia en beneficio de los consumidores, especialmente los más pobres. También defiendo la oferta más amplia y barata posible de libros. Soy un ávido e incansable lector .

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