Editorial:

La apuesta por el euro

EL DIVORCIO entre los mercados y los políticos en Europa nunca ha sido mayor que en vísperas del Consejo Europeo de Amsterdam. Los mercados están apostando por el cumplimiento en fecha de la unión monetaria, y creen en un euro conseguido básicamente por la voluntad política del canciller alemán, Helmut Kohl. Pero la fe de los mercados tropieza con las dudas de los dirigentes políticos europeos, sobre todo después del vuelco electoral en Francia. Este divorcio no es lógico. Por eso, los ministros de Economía que han de reunirse hoy y los jefes de Estado y de Gobierno que llegan esta noche a Ams...

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EL DIVORCIO entre los mercados y los políticos en Europa nunca ha sido mayor que en vísperas del Consejo Europeo de Amsterdam. Los mercados están apostando por el cumplimiento en fecha de la unión monetaria, y creen en un euro conseguido básicamente por la voluntad política del canciller alemán, Helmut Kohl. Pero la fe de los mercados tropieza con las dudas de los dirigentes políticos europeos, sobre todo después del vuelco electoral en Francia. Este divorcio no es lógico. Por eso, los ministros de Economía que han de reunirse hoy y los jefes de Estado y de Gobierno que llegan esta noche a Amsterdam deben hacer un esfuerzo de sensatez para no destruir un proceso que ha requerido muchos esfuerzos prolongados en toda Europa.Hay mucho en juego para un país periférico como España, que apuesta decididamente por el euro como ha quedado claro en el amplísimo consenso que se ha registrado acerca de esta cuestión en el debate sobre el estado de la nación. Los esfuerzos de convergencia realizados durante estos años le están reportando a España beneficios de estabilidad económica. Sin el objetivo de la unión monetaria, la globalización económica nos habría obligado igualmente a poner las cuentas en orden e introducir unas aún incompletas reformas estructurales en la economía, pero es difícil creer que se hubiera hecho en un plazo tan corto.

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Estos beneficios pueden cuantificarse. España ha podido sumarse a la reducción generalizada de tipos de interés en Europa gracias al control de la inflación. Según datos de la Asociación Española de Banca (AEB), esa bajada de tipos de los últimos 15 meses ha permitido a las empresas españolas ahorrar un billón de pesetas en costes financieros, 600.000 millones a las familias en el pago de sus préstamos hipotecarios y 400.000 millones al Tesoro público en intereses de la deuda. Si el proceso se aplaza, es poco probable que nuestro país pueda volver a encontrarse en una situación tan favorable para cumplir las condiciones de convergencia establecidas en Maastricht.

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Un fracaso o un aplazamiento poco controlado del euro podría afectar más a los países de la periferia, como España, que a los centrales, según el último informe de la OCDE. Por eso España debe defender la culminación del proyecto en la fecha prevista del 1 de enero de 1999. Reabrir el Pacto de Estabilidad a 10 meses del examen de selectividad es demasiado arriesgado. Es un pacto necesario, pues sirve de garantía de buen comportamiento fiscal en un futuro incierto. El pacto se puede completar, pero no cambiar sustancialmente.

Las principales economías europeas tienen hoy un grado elevado de estabilidad económica, fruto de aplicarse en el cumplimiento de los objetivos de convergencia. Este clima de estabilidad coincide ahora con unas buenas perspectivas de crecimiento en toda Europa para los próximos dos años; se abre pues una oportunidad única para el euro. Supuesta la tendencia sostenida de casi todos los países europeos a la estabilidad, debe aceptarse también que dos décimas de más o de menos en el déficit no pueden bloquear un acuerdo histórico. Incluso los malos alumnos europeos se han aplicado y casi todos han eliminado las faltas de ortografía.

Las elecciones francesas han servido para recordar que el proyecto que se quiere poner en pie no es el de una unión sólo monetaria, sino también económica. Por ello es razonable proponer una mayor coordinación en materia económica, incluso medidas prudentes para fomentar el empleo. Quizás sea el momento de recuperar algunas de las ideas contenidas en el Libro Blanco para el crecimiento, la competitividad y el empleo promovido por Jacques Delors cuando era presidente de la Comisión Europea, y que se llegó a aprobar aunque nunca se pusiera en marcha. No es casualidad que Maastricht lo fraguara cinco años atrás en un Consejo Europeo dominado por Gobiernos conservadores, y que mañana, en la mesa de Amsterdam, el predominio sea de los socialdemócratas. Jospin refleja una preocupación extendida en la UE, aunque nadie sepa cómo afrontarla.

Los apuros de Alemania para cumplir los objetivos de convergencia reflejan en última instancia unos problemas estructurales de la economía alemana y un debilitamiento del liderazgo político de Kohl. El fracaso de la cumbre franco-alemana del viernes en Poitiers no es un buen augurio para Amsterdam. La única posibilidad de que el proceso del euro culmine de forma no traumática es que Alemania y Francia se entiendan.

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