EL RÉGIMEN DE TEHERÁN, ANTE LAS URNAS

Las elecciones de Irán abren espacio por primera vez a una tibia oposición liberal

Entusiasmo y escepticismo se mezclan ante la elección presidencial de hoy en Irán. Por un lado, la candidatura del ex ministro Mohamed Jatamí ha despertado una inusual euforia entre jóvenes y clases medias urbanas, que ven en él un hombre abierto y conciliador. Por otro, existe la convicción geeralizada de que el candidato oficialista, Alí Akbar Nateq-Nuri, se alzará con el poder. Aún así, en función de los votos que logre, Jatamí consolidará la facción más liberal del régimen como fuerza con la que contar en el reparto de poder.

Unos 33 millones de iraníes mayores de 15 años están conv...

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Entusiasmo y escepticismo se mezclan ante la elección presidencial de hoy en Irán. Por un lado, la candidatura del ex ministro Mohamed Jatamí ha despertado una inusual euforia entre jóvenes y clases medias urbanas, que ven en él un hombre abierto y conciliador. Por otro, existe la convicción geeralizada de que el candidato oficialista, Alí Akbar Nateq-Nuri, se alzará con el poder. Aún así, en función de los votos que logre, Jatamí consolidará la facción más liberal del régimen como fuerza con la que contar en el reparto de poder.

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Unos 33 millones de iraníes mayores de 15 años están convocados a las urnas para elegir al sustituto de Alí Akbar Hachemi Rafsanyani, quien acaba su mandato el próximo agosto y no puede presentarse a una tercera elección. De creerse el sentir popular, la única duda que queda por despejar es el alcance del triunfo de Nateq-Muri. Las últimas encuestas publicadas por la prensa local le atribuyen en torno al 42% de los votos, lo que exigiría una segunda vuelta, ya que hay que superar el 50% para ser proclamado en la primera.Sin embargo, algunos observadores comentan que dado el entusiasmo desencadenado por Jatamí, prolongar dos semanas más el proceso podría acrecentar la frustración de quienes le han apoyado. El tirón popular del ex ministro va a poner a prueba los límites de la democracia islámica. Las acusaciones de kollaq (pucherazo), provenientes tanto de círculos cercanos a Jatamí como de quienes quedan absolutamente fuera del espectro político, han llenado las tertulias de café y las páginas de periódicos hasta obligar al propio guía supremo, Alí Jamenei, a prometer que las elecciones serán limpias.

Morteza Ahmadi lo tiene claro: va a votar a Jatamí porque "dará libertad a los jóvenes y es menos estricto con el chador [la pieza de tela negra que cubre a las mujeres de la cabeza a los pies]". Este treintañero, que trabaja en una compañía extranjera, guarda buen recuerdo del paso de Jatamí por el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, de donde, todo hay que decirlo, fue descabalgado por "liberal", un calificativo estigmatizado por el régimen. Mohamed Jatamí, de 54 años, ha prometido menos intrusión del Estado en la vida privada, más puestos de trabajo y el fin de la supremacía masculina.

En el otro extremo del espectro, Zoreh Farajollhi, de 25 años, hija de un clérigo y casada con un aspirante a jurisconsulto islámico, votará a Nateq-Nuri, tal como confiesa tras la plegaria en la mezquita mausoleo del imán Jomeini. El hasta ahora presidente del Majlís (Parlamento) es el candidato de los sectores más conservadores del régimen y cuenta con el valioso respaldo del bazar y del grupo de clérigos conservadores que controla el actual Parlamento.

Nateq-Nuri, también de 54 años, ha realizado promesas de mejorar la economía, mantener las distancias con Estados Unidos y favorecer una aplicación aún más estricta de la ley islámica. Este último aspecto ha generado una gran preocupación en Teherán y en otras ciudades, lo que le obligó a desmentir en televisión que, una vez elegido, vaya a imponer el chador como única vestimenta islámica aceptable. Muchas mujeres urbanas han optado en los últimos años por el modelo de guardapolvo y el pañuelo.

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Algunos funcionarios han tratado estos días de minimizar el fenómeno Jatemí, como limitado a la capital. Sin embargo un viaje por la vecina provincia de Gilan ha permitido a esta enviada especial observar que los carteles de Jatamí han llegado hasta el remoto pueblo de Masouleh. Y a diferencia de los NateqNuri, pegados sobre fachadas y vallas, muchos de los de Jatamí son colocados en los escaparates de las tiendas por sus propietarios. Además, el hecho de que Jatamí luzca el turbante negro que le acredita como descendiente del profeta puede resultar atractivo en medios rurales.

Sin embargo, muchos analistas subrayan su debilidad como figura política. "Si no fue capaz de mantenerse en el ministerio de Orientación Islámica, difícilmente podría enfrentarse a los grupos que han frenado la liberalización preconizada por Rafsanyani", aseguran esas fuentes.

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