Cartas al director

Insumisión

Es lógico que las rutinas profesionales del periodismo privilegien a las fuentes institucionales. Ofrecen una información accesible, predecible y legitimada, que las convierten en materia prima del acelerado quehacer periodístico. Lo que ya no resulta ni lógico ni admisible es que las prácticas informativas marginen y criminalicen a los actores sociales con menos recursos, y, sobre todo, que esto se produzca inconscientemente, como así lo creo. Me refiero ahora a la cobertura sobre la insumisión.Del ingente (en términos absolutos y comparativos) número de insumisos, sólo dos de ellos han merec...

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Es lógico que las rutinas profesionales del periodismo privilegien a las fuentes institucionales. Ofrecen una información accesible, predecible y legitimada, que las convierten en materia prima del acelerado quehacer periodístico. Lo que ya no resulta ni lógico ni admisible es que las prácticas informativas marginen y criminalicen a los actores sociales con menos recursos, y, sobre todo, que esto se produzca inconscientemente, como así lo creo. Me refiero ahora a la cobertura sobre la insumisión.Del ingente (en términos absolutos y comparativos) número de insumisos, sólo dos de ellos han merecido la primera página de EL PAÍS en los últimos años. Me refiero al líder de Jarrai, Mikel Zubimendi (11 de marzo de 1996), y al presunto terrorista Oskar Barreras (28 de abril de 1997). Este último caso, "El etarra detenido es un insumiso con permiso carcelario", logró una extensa cobertura que no se producía desde el 13 de marzo de 1993, cuando la primera absolución a un insumiso. La segunda absolución (otro madrileño) ya figuraba en páginas interiores, y las siguientes, ni eso. Volviendo al presunto asesino del policía Samperio, El Mundo reproducía casi literalmente (!): "Detenido por el asesinato del policía un insumiso con permiso carcelario".

Resulta paradójico, y por tanto noticioso, que algunos autodenominados insumisos defiendan o practiquen el terrorismo subversivo. Pero el verdadero fruto de la insumisión en el País Vasco y Navarra es haberles impedido que dirijan su violencia contra el servicio militar obligatorio. La insumisión arrebató al MNLV un frente de lucha terrorista desde que convirtió en un sarcasmo la demanda de KAS de una capitanía general vasca (véase Ekíntza, publicación de Jarra¡, 34, enero de 1990). Los primeros insumisos amenazaron con oponerse "frontalmente" a quienes intentasen "militarizar" esta forma de desobediencia civil (véase Navarra Hoy y Egin, 2 y 4 de noviembre de 1991). ¿Se imaginan dónde hubieran hecho prácticas de tiro estos últimos? ¿Se imaginan los objetivos de las algaradas de Jarra¡ si no les quedasen sólo los cajeros bancarios y el mobiliario urbano como blancos? La oposición al mundo terrorista de los insumisos ha ido más allá de las declaraciones.

A modo de recordatorio cito algunas noticias de las qye también se hizo eco EL PAÍS, aunque en páginas interiores. Dado que el binomio insumiso-terrorista se está instalando en casi todos los medios, merecerían figurar en portada por la sorpresa que generarían en la audiencia. "HB expulsa con violencia a un pacifista de su sede donostiarra", se trataba de un "insumiso" que se encerró en la sede de HB en San Sebastián "para pedir a ETA que deje de matar" (15 de diciembre de 1995, página 19). O bien la noticia que afirmaba que "la juventud que estudia en los institutos y universidades y que milita en Gesto por la Paz se ha hecho insumisa a los jóvenes de Jarrai". Y citaba textualmente: "Nos hacemos insumisos ante el intento de utilizar a la juventud para amedrentar a la población vasca con métodos totalitarios y paramilitares" (19 de diciembre de 1995, página 22).

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La insumisión vasca y navarra (y la del resto de España) es, como todo movimiento social, plural y contradictorio. No puede expulsar miembros ni afiliados, puesto que no expende carné alguno. Pero lo cierto y relevante, y por tanto lo noticioso, es que desde sus comienzos, en febrero de 1989, sólo se ha producido una pequeña explosión en una caja de reclutamiento de Pamplona, sin causar apenas destrozos. Y ello a pesar de que la única respuesta institucional ha sido el procesamiento penal, el encarcelamiento y la inhabilitación de muchos miles de jóvenes pacifistas.-

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