La polícia rescata a una anciana que estuvo una semana encerrada en su piso

Eufemia G. C., de 78 años, tenía su cárcel en el número 5 de la calle de la Fuente de la Capona (Villaverde). Allí, olvidada por su familia según los vecinos, pasó ocho días encerrada bajo llave en un piso sin luz ni teléfono y escasa comida. Su única ayuda durante el encierro procedió de los vecinos, que, a través de una ventana, le dieron bocadillos, leche y fruta. Esta situación llegó a su fin en la noche del domingo, cuando la Policía Municipal consiguió autorización judicial para entrar en la vivienda. 'Al sacarla, parecía un trapito, de puro flaca; no paraba de llorar", recuerda un testi...

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Eufemia G. C., de 78 años, tenía su cárcel en el número 5 de la calle de la Fuente de la Capona (Villaverde). Allí, olvidada por su familia según los vecinos, pasó ocho días encerrada bajo llave en un piso sin luz ni teléfono y escasa comida. Su única ayuda durante el encierro procedió de los vecinos, que, a través de una ventana, le dieron bocadillos, leche y fruta. Esta situación llegó a su fin en la noche del domingo, cuando la Policía Municipal consiguió autorización judicial para entrar en la vivienda. 'Al sacarla, parecía un trapito, de puro flaca; no paraba de llorar", recuerda un testigo. La anciana, tras ser atendida en el hospital Doce de Octubre, fue trasladada a una residencia.

Cuando la llave giraba y la puerta blindada del bajo A se cerraba, Eufemia quedaba aislada del mundo. Sólo una ventana enrejada y un escueto patio de luces la mantenían en contacto con el vecindario. Por estos resquicios, recuerdan los testigos, asomaba Eufemia su rostro delgado y gritaba: "Estoy encerrada, ayudadme".El origen y la duración exacta de estos encierros son inciertos. "Sólo tenemos registrado que hace un año le ofrecimos ayuda domiciliaria, pero ella no la acepto", indicó la concejal de Villaverde Nieves Sáez de Adana. "En la parroquia, por medio de Cáritas, le arreglamos los papeles de la pensión. Pero no sabíamos nada de encierros", afirmó el párroco de la iglesia de San Jaime.

La anciana, a la que la Policía Municipal atribuye demencia senil, dependía del cuidado de una hija y una nieta de 17 años. "La nieta venía a menudo. La chica le dejaba comida y luego, tras permitirle dar un paseo, cerraba la puerta y se iba", contó una vecina de escalera que prefirió guardar el anonimato por temor "a represalias" de los parientes de Eufemia.

Desde Semana Santa, sin embargo, las visitas de la familia empezaron a escasear. La última vez que se vio a la anciana pasear por la calle fue el domingo 4 de mayo. Llevó unas maderas viejas hasta la estación de tren de Villaverde, a unos cincuenta metros de su casa, y una vez allí Iloró sola". "Era muy educada cuando salía, saludaba y no molestaba a nadie", rememoró un vecino.

Después de aquella fugaz salida, Eufemia quedó encerrada. La anciana empezó a asomarse a la ventana de la calle para pedir comida y quejarse de su familia. Los vecinos, a través de los barrotes, le entregaban bocadillos, leche, fruta y hasta pucheros. "Como era un asunto de familia, no lo denunciamos", explicó otra vecina.

Esta situación se prolongó durante toda una semana, hasta que el pasado domingo un vecino llamó a la Policía Municipal. Eran las 20.30. Los agentes, al toparse con la puerta blindada, llamaron a los bomberos, que entraron en la vivienda por el patio interior. La sacaron en brazos. Ella sollozaba.

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La mujer presentaba claros síntomas de desnutrición. Tras pasar un par de horas en el hospital Doce de Octubre, recibió el alta y fue trasladada a una residencia. Este periódico trató ayer, sin éxito, de recabar la versión de sus familiares. "Su permanencia en una residencia dependerá del juez. La tutela de la anciana depende de su hija", recordó la edil.

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