Una austriaca hacía dormir a su hija encerrada en un ataúd

El proceso contra una profesora de religión jubilada, que durante años hizo dormir a su hija adoptiva en una caja de madera parecida a un ataúd, comenzó ayer en Viena. Según un dictamen presentado al juzgado, la joven Maria K., que tiene 23 años, sufrió graves daños psíquicos, necesita tratamiento psiquiátrico debido a los malos tratos de su madre adoptiva y es incapaz de llevar una vida normal. Su abogado reclama una indemnización de un millón de chelines (casi 12 millones de pesetas).Maria, que no necesitará declarar personalmente sino que prestará declaración ante una cámara de vídeo, inten...

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El proceso contra una profesora de religión jubilada, que durante años hizo dormir a su hija adoptiva en una caja de madera parecida a un ataúd, comenzó ayer en Viena. Según un dictamen presentado al juzgado, la joven Maria K., que tiene 23 años, sufrió graves daños psíquicos, necesita tratamiento psiquiátrico debido a los malos tratos de su madre adoptiva y es incapaz de llevar una vida normal. Su abogado reclama una indemnización de un millón de chelines (casi 12 millones de pesetas).Maria, que no necesitará declarar personalmente sino que prestará declaración ante una cámara de vídeo, intentó en reiteradas ocasiones escaparse de la caja, cerrada siempre con llave por fuera. La caja medía 160 centímetros de largo y 55 de ancho y tan sólo tenía unos agujeros para que la joven respirase. En sus intentos desesperados por pedir socorro, la joven arañaba una y otra vez la madera y golpeaba la tapa.

Pero ningún familiar se atrevía a oponerse a las crueldades de la madrastra y ayudar a la muchacha, a quien dejaban noche tras noche metida en su ataúd en el jardín, sin importarles el frío que pudiera hacer. Ni los otros hijos adoptivos, ni el marido de la acusada, ni otra pariente que tendrá que comparecer también ante el tribunal por complicidad con las torturas, acudieron en su ayuda.

La acusada, Ernestine K., se defendió ayer afirmando que ella cuidaba a Maria más que a los demás hijos adoptados, porque era muy pequeña y estaba a menudo enferma, y que la caja tenía un efecto terapéutico, para que Maria, que se metía voluntariamente en la caja, creciera. Según Ernestine K., ella se ocupaba como podía del desarrollo de la niña, que tenía una inteligencia inferior a lo normal, y la sacó del colegio para darle clases particulares, porque allí era objeto de persecución de los compañeros.

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