Rotundo fracaso de Major en su primera semana de campaña electoral

Una de las prerrogativas del primer ministro británico es elegir la fecha de las elecciones generales. El ocupante del número 10 de Downing Street decide, además, cuándo se anuncia esa fecha, cosa que suele hacerse al calor de algún éxito gubernamental. Eso hizo el actual jefe del Gobierno, John Major, al anunciar el pasado lunes la fecha del día electoral en vísperas de la publicación de las cifras de desempleo, las más optimistas de los últimos seis años. Aun así, el contraataque del Partido Laborista y de la prensa anti tory que ha acusado al primer ministro de encubrir a diputados conserva...

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Una de las prerrogativas del primer ministro británico es elegir la fecha de las elecciones generales. El ocupante del número 10 de Downing Street decide, además, cuándo se anuncia esa fecha, cosa que suele hacerse al calor de algún éxito gubernamental. Eso hizo el actual jefe del Gobierno, John Major, al anunciar el pasado lunes la fecha del día electoral en vísperas de la publicación de las cifras de desempleo, las más optimistas de los últimos seis años. Aun así, el contraataque del Partido Laborista y de la prensa anti tory que ha acusado al primer ministro de encubrir a diputados conservadores corruptos, han dejado a Major en la cuneta en esta primera semana de campaña.

La reducción del número de delitos en el Reino Unido y la menguante cifra de ciudadanos en paro no ocuparon el espacio previsto en los titulares de la prensa británica, ni en los informativos de las principales cadenas de televisión. Las imágenes de un entusiasta John Major subido en una caja de madera, en el papel de candidato modesto, el mismo día en que anunciaba el inicio de la campaña electoral, apenas han durado un instante en la retina de los ciudadanos británicos.La semana ha estado dominada por un viejo escándalo de corrupción parlamentaria reverdecido de pronto por obra y gracia de la incompetencia del primer ministro y la insistencia del diario The Guardian. El caso, un famoso escándalo de diputados que cobraron dinero del propietario de los almacenes Harrods, el egipcio Mohamed al Fayed, a cambio, de plantear preguntas que le favorecían en el Parlamento, había motivado en otoño de 1994 la dimisión de dos viceministros del Gobierno tory, Neil Hamilton y Tim Smith, y una enérgica reacción de Major, que estableció una comisión especial para esclarecer e impedir que se repitieran casos de corrupción parlamentaria.

Aun así, la historia no estaba cerrada. El próximo martes, el responsable de la investigación parlamentaria del caso, Gordon Downey, tenía previsto entregar el informe completo sobre lo ocurrido al Comité de Conducta de la Cámara. El cierre del Parlamento ordenado por Major ha impedido que el informe se conozca públicamente hasta después de las elecciones. Pese a los ataques de los partidos de oposición -especialmente los laboristas-, que le exigían una prórroga de las sesiones parlamentarias, Major se mantuvo firme. Sin embargo, The Guardian publicó el viernes parte del contenido de la investigación, según la cual Major habría nombrado viceministro para Irlanda del Norte a Tim Smith, uno de los diputados que cobró entre 18.000 y 25.000 libras (entre 4,14 y 5,75 millones de pesetas) de Al Fayed, aun a sabiendas de su conducta corrupta.

El primer ministro, asqueado por el cierre de filas de la prensa -hasta los diarios más pro conservadores como The Dady Telegraph han sido incapaces de ignorar el escándalo-, calificó de basura informativa todas las acusaciones. Pese a que una reciente encuesta asegura que sólo el 8% de los ciudadanos británicos considera importante en la elección del candidato "su moralidad y conducta individual", Major ha salido escaldado de su primera semana de campaña.

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