Cartas al director

Bajo la tierra

Entro en el metro con la necesidad y el deseo de llegar cuanto antes a destino. Peldaños mecánicos se suceden a ritmo ágil. Los pasillos son demasiados, y demasiado largos, y demasiado monótonos sus colores como para no invitar a sentirse un poco perdido. Las gentes nos cruzamos como autómatas en laberinto siguiendo camino. En el aire se aprecian brisas de oquedad. Cámaras enganchadas del techo desgastan el oficio de observar. Vendedores ambulantes que escaquean normativas humanizan un tanto el ambiente.Los vagones mecen, en vaivén, algún libro, algún periódico, muchos perfiles herméticos, qui...

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Entro en el metro con la necesidad y el deseo de llegar cuanto antes a destino. Peldaños mecánicos se suceden a ritmo ágil. Los pasillos son demasiados, y demasiado largos, y demasiado monótonos sus colores como para no invitar a sentirse un poco perdido. Las gentes nos cruzamos como autómatas en laberinto siguiendo camino. En el aire se aprecian brisas de oquedad. Cámaras enganchadas del techo desgastan el oficio de observar. Vendedores ambulantes que escaquean normativas humanizan un tanto el ambiente.Los vagones mecen, en vaivén, algún libro, algún periódico, muchos perfiles herméticos, quién sabe si pensamientos... y la modorra de algunos.

A la, vez que empinadas escaleras me suben al exterior, notas de violín entonan el Ave María de Schubert. Acertadas y certeras, disipan el letargo de mis emociones.-

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