Incomunicación entre fuerzas de seguridad

Las hemerotecas dan una cumplida muestra de la frecuencia con que los cuerpos policiales que operan en un mismo territorio se confunden de enemigo hasta el punto de llegar a enfrentarse a tiros entre ellos. Es una frecuencia directamente proporcional a la multiplicidad de esas fuerzas policiales y, sobre todo, a la tensión y al peligro latente.Enfrentamientos como el de Bilbao, e incluso más graves, han ocurrido en puntos geográficos alejados del País Vasco. Con todo, la incomunicación entre la Ertzaintza y el resto de los cuerpos policiales, los celos profesionales incentivados...

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Las hemerotecas dan una cumplida muestra de la frecuencia con que los cuerpos policiales que operan en un mismo territorio se confunden de enemigo hasta el punto de llegar a enfrentarse a tiros entre ellos. Es una frecuencia directamente proporcional a la multiplicidad de esas fuerzas policiales y, sobre todo, a la tensión y al peligro latente.Enfrentamientos como el de Bilbao, e incluso más graves, han ocurrido en puntos geográficos alejados del País Vasco. Con todo, la incomunicación entre la Ertzaintza y el resto de los cuerpos policiales, los celos profesionales incentivados desde arriba, el recurso obligado al uso de vehículos y ropas de camuflaje, y obviamente, la presencia misma de ETA hacen que las posibilidades de un tiroteo entre policías de distintos cuerpos se disparen fatalmente en Euskadi.

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Hace unos meses, efectivos de la Ertzairitza y policías nacionales protagonizaron pistola en mano un enfrentamiento sin víctimas en el barrio bilbaíno de Las Cortes cuando ambos investigaban un caso de narcotráfico.

Aunque las circunstancias facilitan los equívocos y urgen muchas veces a los policías a decidir con celeridad en imprevistas situaciones de riesgo, cabe también pensar que el cruce de disparos de Bilbao pudo haberse evitado de existir una comunicación normal entre la Guardia Civil y la Ertzaintza. Los centros coordinadores de uno y otro cuerpo podían haberse puesto en contacto para despejar la hipótesis, bien cierta ayer, de que los coches que sus respectivas patrullas juzgaban sospechosos eran en realidad vehículos policiales camuflados.

Esta prevención aparentemente elemental tropieza con la incomunicación práctica entre la Ertzairitza y el resto de las policías, si bien los agentes envueltos en estas situaciones procuran no echar mano de la radio para no quedar al descubierto por los interceptadores de frecuencias que utilizan los liberados de ETA.

Por muchas declaraciones y muchas Juntas de Seguridad que haya para hablar de coordinación y eficacia global, la falta de comunicación es bien patente y produce episodios difícilmente explicables. La negativa inicial de la Ertzaintza a dar cuenta del hallazgo del coche del secuestrado Cosme Delclaux ilustra el empeño por cobrar ventaja en una carrera absurda.

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Los agravios mutuos, objetivos o interesados, fecundan una polémica soterrada que planea permanentemente en los altos niveles de mando. Durante la celebración del Día de la Policía, algunos responsables de la policía estatal se quejaron públicamente de la descoordinación y achacaron a esto la pérdida de eficacia.

En la práctica, la Ertzaintza no reconoce más coordinación que la que sus máximos representantes de Interior establecen con los altos mandos del Ministerio. Desde el punto de vista nacionalista, la polémica se alimentaba con el deseo de otorgar la exclusividad policial a la Ertzairitza y la convicción de que las fuerzas de seguridad del Estado se resisten a aceptar el repliegue previsto.

La clausura de gran parte de sus cuarteles en Euskadi ha supuesto para la Guardia Civil la pérdida de los puntos de información, tarea que suple ahora mediante una mayor movilidad de coches y agentes camuflados.

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