Tribuna:

Sucesos

Mes tras mes, desde hace tiempo, crece aparatosamente el número de sucesos. Aumentan los parricidios y abusos infantiles, las violaciones individuales o múltiples, nacen sextillizos y vida en Marte, se cometen crímenes horrendos, asesinatos terroristas y secuestros plurales, vuelven las inundaciones, los accidentes de aviación y la erupción de los volcanes. Parece, a primera vista, una simple oleada circunstancial, pero, si se extiende la visión a otras zonas, el fenómeno enseña su verdadera consistencia.La sección de sucesos, que antes fue un sector aislado en los periódicos, va empapando las...

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Mes tras mes, desde hace tiempo, crece aparatosamente el número de sucesos. Aumentan los parricidios y abusos infantiles, las violaciones individuales o múltiples, nacen sextillizos y vida en Marte, se cometen crímenes horrendos, asesinatos terroristas y secuestros plurales, vuelven las inundaciones, los accidentes de aviación y la erupción de los volcanes. Parece, a primera vista, una simple oleada circunstancial, pero, si se extiende la visión a otras zonas, el fenómeno enseña su verdadera consistencia.La sección de sucesos, que antes fue un sector aislado en los periódicos, va empapando las noticias, no importa de qué condición sean. Los deportes sólo interesan como la guerra Madrid-Barça, la explosión tenista de Melbourne o la hecatombe de Induráin. La noticia se carga con la energía de los cataclismos:Incluso la manera de gobernar, mediante el decretazo, el globo sonda o la agresión, ha ingresado en la norma del suceso. Ni antes podrá prevenirse el hecho ni después será bien entendido. El suceso empieza y acaba en sí, como una sinrazón.

La economía y la política, notablemente, han ingresado en lo que los franceses llaman les faits divers (los sucesos). Casi todo divierte de lo anterior: un día es el súbito desplome financiero mexicano, otro es el estallido o el hundimiento de las Bolsa, otro el choque de las plataformas digitales o el socavón de miles de millones en la Hacienda nacional. El escándalo se reproduce y cruza con una velocidad tan alta que la reflexión se carboniza en una siguiente, que será, a su vez, ahogada por la ulterior. La historia, inteligible alguna vez, quiebra en una traca de espasmos, mes tras mes, desde hace tiempo, para convertir este mundo de relámpagos en el paródico reflejo de un zapping ante el parpadeo de la televisión.

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