No hay libertad sin dinero

"Las violaciones sistemáticas de las normas de financiación en esta campaña son las más graves desde el Watergate", decía el pasado octubre Ann McBride, presidenta de Causa Común, un grupo que trata de insuflar ética a la vida política norteamericana. Y es que la polémica sobre el Indogate ya ensombreció los últimos días de campaña de Clinton y pudo ser la causa de que su victoria sobre Bob Dole no fuera tan amplia como predecían los sondeos y de que el Partido Demócrata no le arrebatara a los republicanos la mayoría en el Congreso.Solicitar, obtener y gastar mucho dinero par...

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"Las violaciones sistemáticas de las normas de financiación en esta campaña son las más graves desde el Watergate", decía el pasado octubre Ann McBride, presidenta de Causa Común, un grupo que trata de insuflar ética a la vida política norteamericana. Y es que la polémica sobre el Indogate ya ensombreció los últimos días de campaña de Clinton y pudo ser la causa de que su victoria sobre Bob Dole no fuera tan amplia como predecían los sondeos y de que el Partido Demócrata no le arrebatara a los republicanos la mayoría en el Congreso.Solicitar, obtener y gastar mucho dinero para hacer política es una vieja tradición norteamericana que en la última campaña batió todas las marcas. A falta de datos oficiales, la prensa calcula que los candidatos a la presidencia y al Congreso y sus partidos respectivos gastaron unos 1.000 millones de dólares (128.000 millones de pesetas), casi el doble que en 1992.

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En su primera conferencia de prensa tras la reelección, Clinton anunció que trabajará con la mayoría republicana del Congreso para reformar la financiación de las campañas electorales. Pero ya hizo esa promesa en 1992, y antes de él la hicieron muchos otros políticos norteamericanos, y nadie le ha puesto nunca el cascabel al gato. Apoyándose en la primera enmienda de la Constitución, que garantiza el pleno ejercicio de la libertad de expresión, la clase política y los grupos de interés se oponen tradicionalmente a ponerle coto alguno a la recaudación y gasto de dinero. El Tribunal Supremo también considera que las restricciones al gasto de las campañas pueden suponer una cortapisa a la libertad de expresión.

Aunque el hastío de muchos norteamericanos ante el espectáculo del poder del dólar en la política es profundo, es difícil que prospere el sentimiento reformista. Como constituyen uno de los pueblos del mundo a los que menos les gusta pagar impuestos, propuestas como la de Ralph Nader, eterno candidato frustrado a la presidencia, tienen poco futuro. Nader defiende un sistema público de financiación de las actividades políticas y electorales. Pero como conoce a sus compatriotas, imagina que lo más lejos que puede llegarse es a un retoque del sistema actual, al que "los políticos enseguida le encontrarán el truco".

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