Tribuna:

Entre la espada y la pared

Cada mañana, cuando me despierto, oigo un catacroc impresionante. Es el sonido. inequívoco del listón que, una vez más, se desploma sobre mi cabeza. Quién me hubiera dicho, hace escasamente tres décadas, que un buen día iba a arremangarme para pergeñar unas líneas en defensa -aunque verán que no es exactamente así- del certamen de belleza convocado en la India para la elección de Miss Mundo. Pero una ha tenido que asistir a tantos descensos de tablón, que ya nada la asusta. Excepto el fanatismo. Y por eso, porque peor aún que una miss enjaezada como una vaca en una feria es un ti...

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Cada mañana, cuando me despierto, oigo un catacroc impresionante. Es el sonido. inequívoco del listón que, una vez más, se desploma sobre mi cabeza. Quién me hubiera dicho, hace escasamente tres décadas, que un buen día iba a arremangarme para pergeñar unas líneas en defensa -aunque verán que no es exactamente así- del certamen de belleza convocado en la India para la elección de Miss Mundo. Pero una ha tenido que asistir a tantos descensos de tablón, que ya nada la asusta. Excepto el fanatismo. Y por eso, porque peor aún que una miss enjaezada como una vaca en una feria es un tipo -modista, por cierto: la alta costura también desbarra- quemándose a lo bonzo como protesta. Y peor' que la defensa que del certamen hace el primer ministro comunista del estado de Karnataka -ha dicho que el concurso sólo molesta a las "mujeres feas y envidiosas"- me resulta el ataque realizado por la derecha política, especialmente el violento nacionalismo hindú.Y lo peor de todo: la decisión final del tribunal que ha dictaminado que el evento puede desarrollarse sin problemas siempre que "el espectáculo no contenga ni desnudos ni obscenidades". Es decir: que las niñas se podrán exhibir como ganado, siempre que no atenten a las (sus) buenas costumbres. Todo un ejemplo de cómo se puede realizar una síntesis que satisfaga por igual a lo peor de cada cultura.De modo que, puestas así las cosas, estoy del lado de la reina de los bandidos, Phoolan Devi, estupenda mujer que pasará a la historia por haberse cargado a los 22 hombres que la violaron cuando tenía 15 años, y que actualmente ostenta el cargo de diputada. Si ella dice que no hay nada malo en un concurso de belleza, ¿quién soy yo para contradecirla? Alcanzado el máximo nivel de esperpento, poco espacio queda para las voces serias, aquellas que condenan exhibiciones que limitan a la mujer al papel de marionetas jubilosas y agradecidas en manos de negociantes que hacen su agosto con las guapas; aquellas que son contrarias a la glorificación de la belleza por encima de cualidades de más fuste; aquellas que consideran que no está la India para verbenas horteras como suelen resultar estos certámenes; aquellas que denuncian el carácter marcadamente racista de un concurso en el que las mujeres blancas tienen preferencia sobre las concursantes de otras razas.

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Hay algo mucho más expresivo que cuanto se pueda decir sobre la perversidad del certamen. Y es el hecho de que las participantes han sido recluídas por la organización en una especie de cárcel de lujo, un tal hotel Sheraton, en donde permanecen concentradas hasta el día de autos, lejos de la polémica, sin poder acceder a ninguna información sobre el inesperado debate que ha surgido en la calle. Como menores de edad.

"Sé bella y cállate", se decía en otros tiempos. ¿Otros tiempos? No me hagan reír.

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