Los liberales gobernarán solos en Japon después de tres años de coaliciones

Ryutaro Hashimoto fue reelegido ayer primer ministro de Japón gracias al apoyo en el Parlamento de los socialistas y del grupo conservador reformista Sakigake (Pioneros), que compensaron la falta de mayoría obtenida por el conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) en las elecciones del pasado 20 de octubre. La sustitución de la anterior alianza de esas tres formaciones por un pacto de gobernabilidad permitió a Hashimoto nombrar un nuevo Gabinete, formado íntegramente por miembros del PLD, y devolver así a su partido el control del Ejecutivo que perdió en 1993, tras casi cuatro décadas de lid...

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Ryutaro Hashimoto fue reelegido ayer primer ministro de Japón gracias al apoyo en el Parlamento de los socialistas y del grupo conservador reformista Sakigake (Pioneros), que compensaron la falta de mayoría obtenida por el conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) en las elecciones del pasado 20 de octubre. La sustitución de la anterior alianza de esas tres formaciones por un pacto de gobernabilidad permitió a Hashimoto nombrar un nuevo Gabinete, formado íntegramente por miembros del PLD, y devolver así a su partido el control del Ejecutivo que perdió en 1993, tras casi cuatro décadas de liderazgo ininterrumpido.

Un total de 262 diputados, de los 500 que componen la Cámara Baja, respaldó la candidatura de Hashimoto: los 239 diputados de su propio partido, junto con los votos claves otorgados por los socios de la anterior alianza y cinco legisladores independientes. Ichiro Ozawa, líder del principal partido de la oposición, Nueva Frontera, que sufrió un duro revés en los últimos comicios, se hizo con 152 votos.Hashirnoto, de 59 años, es primer ministro desde el pasado enero. El nuevo Ejecutivo monocolor está formado principalmente por ancianos políticos no demasiado relevantes del PLD. Ninguno de los nuevos ministros tiene menos de 50 años (oscilan entre los 60 y 70) y sólo una mujer, Michiko Ishii, es titular de una cartera (Medio Ambiente). Unicamente dos miembros del anterior Gabinete continúan: Yukihido lkeda (Asuntos Exteriores) y el secretario del Gabinete y ministro portavoz, Seiroku Kajiyarna, los dos hombres de confianza de Hashimoto.

Las demás carteras se distribuyeron a través de pactos con las cuatro principales facciones internas del PLD que, tras unos años escondidas, han vuelto a agitar el partido con renovadas luchas de poder.

Para las carteras de Finanzas y Comercio Internacional e Industria -las más poderosas junto con Exteriores- fueron nombrados Hiroshi Mitsuzaka, ex-secretario general del PLD, y Shinji Sato, ex ministro de Transportes e hijo del que fuera jefe de Gobierno, Eisaku Sato.

El nuevo Ejecutivo se enfrenta con una compleja labor política, ya que se ha propuesto como objetivo revitalizar la vida económica, financiera y social del país con profundas reformas. Para materializar este enorme proyecto será imprescindible que los partidos Socialista y Sakigake, que voluntariamente decidieron abandonar la coalición, otorguen a Hashimoto su apoyo parlamentario durante los próximos cuatro años.

Una de las principales metas es frenar el vertiginoso crecimiento de la deuda pública, que representa un 90% del Producto Interior Bruto, una de las más altas de todos los países industrializados. Para ello, Hashimoto pretende no sólo aumentar el impuesto sobre el consumo, del actual 3% hasta un 5%, sino introducir nuevas medidas para revitalizar la economía, que hasta ahora se habían basado fundamentalmente en la inyección masiva de dinero público. Entre los programas para la recuperación de la vida económica destaca la desregulación, con la esperada apertura de nuevos sectores a la importación.

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En el marco de este propósito de reducir el control público de la economía, se pretende continuar con la reforma del Banco de Japón, maniatado por el Ministerio de Finanzas, quien de hecho establece la política monetaria del país. También figuran entre las propuestas del PLD una espectacular reforma de la Administración encaminada a aligerar el poderoso aparato burocrático, que podría suponer la- reducción a la mitad de los actuales 20 ministerios. De todos los proyectos de Hashimoto, éste es el más cuestionado por los observadores políticos, que dudan de que sea capaz de reducir el número de funcionarios en un país en el que prácticamente no existe el despido ni siquiera en el sector privado.

Otro de los proyectos más grandilocuentes y cuestionados es la promesa de Hashimoto de introducir una reforma de la Seguridad Social que otorgue más holgura económica y mejor asistencia sanitaria a los ancianos, en una sociedad que envejece con extraordinaria rapidez.

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