Tribuna:

De cine

La señora ministra de Educación y Cultura y el ministro de Cultura in péctore señor Miguel Ángel Cortés no acudieron a los fastos del centenario del cine, no se sabe si por la presunción del carácter intrínsecamente perverso de un arte que ha hecho posible El último tango en París, por desafección a los cineastas o por miedo a recibir los frutos de sus desprecios al más reciente cine español, es decir, al posterior a Mariano Ozores y Sáenz de Heredia. He conseguido superar sin ayuda de psiquiatra los elogios al cine de consumo español que se hizo un mercadito en los años sesenta ...

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La señora ministra de Educación y Cultura y el ministro de Cultura in péctore señor Miguel Ángel Cortés no acudieron a los fastos del centenario del cine, no se sabe si por la presunción del carácter intrínsecamente perverso de un arte que ha hecho posible El último tango en París, por desafección a los cineastas o por miedo a recibir los frutos de sus desprecios al más reciente cine español, es decir, al posterior a Mariano Ozores y Sáenz de Heredia. He conseguido superar sin ayuda de psiquiatra los elogios al cine de consumo español que se hizo un mercadito en los años sesenta y setenta a base del costumbrismo más ramplón y miserable que cine, alguno haya construido. Sólo desde una combinación de inocente senilidad o de corporativismo se puede avalar tamaña coartada de un cine de mercado. Peor peligro corren los no avisados hispanohablantes que siguen las emisiones de TVE Exterior, programadora de toda suerte de bazofias cinematográficas patrias, incluidas películas de apología del franquismo, explícitamente fascistas.Contra el cine español que gracias a la subvención ha conseguido no ya existir, sino incluso ser excelente, se han manifestado también algunos intelectuales I has been, viajeros desde la izquierda al posliberalismo por la distancia adivinable de que al nacer pijos quieren morir pijos. Tal vez crean que sin la protección del presupuesto, es decir, de la ciudadanía, nuestro cine pueda vencer en leal competencia con la industria norteamericana y sus mecanismos de distribución. Es la eterna coartada del cinismo liberal cuando liberalismo no equivale a tolerancia: las bicicletas no ganan las pruebas de fórmula 1 porque no saben llegar antes que los Ferrari. En tiempos de multinacional intolerante discurso único, la derecha posliberal ya no necesita ser nacionalista para ser totalitaria.

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