Tribuna:

Calenturas y frialdades

En medio del delirio del auditorio partidario concentrado el pasado domingo en Mérida con ocasión del congreso regional del PP de Extremadura, el vicepresidente del Gobierno y secretario general del partido, Francisco Álvarez Cascos, conceptualizó los GAL como terrorismo de bodeguilla orquestado por González y gente de su confianza, que escribieron esa partitura y la ejecutaron con los fondos reservados que administraban. Así que, mientras averiguamos si se trata de una calentura de otoño sin mayor importancia, volvemos todos al estribillo del GAL y del Cesid, dosificado mediante...

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En medio del delirio del auditorio partidario concentrado el pasado domingo en Mérida con ocasión del congreso regional del PP de Extremadura, el vicepresidente del Gobierno y secretario general del partido, Francisco Álvarez Cascos, conceptualizó los GAL como terrorismo de bodeguilla orquestado por González y gente de su confianza, que escribieron esa partitura y la ejecutaron con los fondos reservados que administraban. Así que, mientras averiguamos si se trata de una calentura de otoño sin mayor importancia, volvemos todos al estribillo del GAL y del Cesid, dosificado mediante un sistema de gota a gota por el insuperable Chantaella siempre abogando por gentes de la estatura moral de Mario Conde y de los hermanos Perote. Personajes de quienes enseguida va a pasar a ser deudora toda la ciudadanía de este país.Todo lo cual no empece que, inasequibles al desaliento, algunos personajes de este Gobierno y del anterior- sigan aferrados a la vieja sabiduría campesina manteniendo que después de llover escampa, sin reparar en que con las nuevas tecnologías después de llover empieza el riego por aspersión o por goteo cuando se impone evitar pérdidas. Además ese riego puede programarse en cuanto a sus horas de actividad y a sus caudales embalsados en las páginas de los diarios y en los espacios de la radio y la televisión. La polvareda levantada por las acusaciones de Álvarez Cascos en Mérida nos ha devuelto a ese periodismo de reacciones que tanto gusta y evita que pasemos página. El optimismo retrospectivo de Álvarez Cascos, según el cual con el PP nunca hubiera pasado lo de los GAL, ha sido matizado el mismo lunes por el fundador Manuel Fraga, deseoso de distinguir el terrorismo de Estado, ejercido contra los oponentes políticos y ejemplificado con el asesinato de José Calvo Sotelo, del combate a los terroristas aunque se hubiera podido incurrir en errores o chapuzas sin disculpa.

Pero en contraste con las maneras abruptas de Álvarez Cascos, el presidente Aznar ha hecho gala el domingo de una estimable destreza en el ejercicio de la ambigüedad calculada. Véanse, por ejemplo, sus medidas declaraciones a Juan Tapia, el director de La Vanguardia, donde rehusa adjetivar el terrorismo, expresa su parecer favorable a que la justicia busque a los responsables de los 28 asesinatos de los GAL y se pone a la espera de que se establezcan las sanciones a que haya lugar. En esas mismas declaraciones Aznar se niega a considerar el Supremo como última instancia, tampoco aclara si acudiría al Constitucional, ni se permite responder a hipótesis todavía imaginarias que, dice, sólo estudiaría si llegaran a producirse.

Luego, Aznar exhibe una frialdad llamativa respecto al titular de Defensa, Eduardo Serra. Señala que el ministro está trabajando correctamente en los dos objetivos prioritarios de las Fuerzas Armadas, que son su profesionalización y la normalización de la presencia de España en la OTAN, y parece relativizar los ataques propinados al ministro por los periodistas más adictos a La Moncloa. Explica Aznar que "desgastes tienen todos, como el material militar, que también se desgasta. Pero hay que saber aguantar". Enseguida añade que "se han dicho muchas cosas que no han tenido mucho fundamento, desde su nombramiento hasta algunas de sus actuaciones cuando no estaba en política". Leído lo anterior y visto cómo Isabel Tocino -la misma que proclama la defenestración de Vidal-Quadras como prueba de la libertad interna del PP- arrebató a Defensa el campo de tiro de Anchuras, sin ofrecer alternativa alguna, queda claro que el ministro Serra está haciendo gala de una capacidad de encaje legendaria, propia tan sólo de los miembros de aquel club galaico cuyo lema era "verlas venir, dejarlas pasar y si te orinan decir que llueve".

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