NECROLÓGICAS

En memoria del helenista José S. Lasso de la Vega

El profesor José S. Lasso de la Vega falleció el pasado 28 de septiembre en Murcia. Los que fuimos discípulos suyos -y tuvo muchos durante sus más de cuarenta años de profesor de Filología Griega en la Complutense- le recordaremos siempre como un profesor de admirable erudición y precisión ejemplar. En la universidad dio clases de todas las materias de la especialidad, desde la lingüística indoeuropea, la morfología y la sintaxis griegas, a la métrica, la crítica textual, la literatura y el comentario de textos. Nos impresionaba, recuerdo, notar cómo iba comentando los textos más clásicos con ...

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El profesor José S. Lasso de la Vega falleció el pasado 28 de septiembre en Murcia. Los que fuimos discípulos suyos -y tuvo muchos durante sus más de cuarenta años de profesor de Filología Griega en la Complutense- le recordaremos siempre como un profesor de admirable erudición y precisión ejemplar. En la universidad dio clases de todas las materias de la especialidad, desde la lingüística indoeuropea, la morfología y la sintaxis griegas, a la métrica, la crítica textual, la literatura y el comentario de textos. Nos impresionaba, recuerdo, notar cómo iba comentando los textos más clásicos con una intensa y personal devoción por los grandes nombres y estudios de la Filología Clásica alemana, desde Wilamowitz a sus queridos Reinhardt y Snell.Fue un humanista de muchas lecturas y un escritor de muy cuidado y algo abarrocado estilo literario. Aunque escribió libros importantes, tanto de lingüística -como su amplio manual de Sintaxis griega- como de tradición clásica -ahí están su De Sófocles a Brecht en 1971, que le valió ese año el Premio Nacional de Literatura; De Safo a Platón, 1976, sus estudios sobre Homero, y sus espléndidos prólogos a Sófocles y Tucídides, entre otros- y más de un centenar de artículos en revistas especializadas, que, como los más recientes sobre ardua crítica textual, dan clara idea de su pericia filológica, creo que su labor personal como maestro de filólogos clásicos ha dejado una huella tan memorable como su obra escrita. Dirigió muchísimos traba os de investigación y dio siempre un ejemplo de dedicación a la cátedra, por la que sintió una vocación exclusiva. Siempre trató de potenciar con un empeño generoso el desarrollo de los estudios clásicos en España, y estuvo a la disposición de sus alumnos con un desinterés y un apoyo constante.

Formaba parte de una generación de prestigiosos helenistas, como su maestro, M. Fernández Galiano, y otros colegas suyos. Cuantos le trataron saben que fue siempre un profesional intachable y excelente persona, algo introvertido, pero de afable humanidad. Su repentina muerte, en su Murcia familiar, ha dejado hondo pesar entre sus amigos y numerosos discípulos.

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