Tribuna:

El gran error de Netanyahu

El gran error de Israel ha sido pensar que su única relación verdaderamente importante es la que mantiene con Estados Unidos. Los líderes israelíes han creído que, teniendo contentos a Washington y a la opinión pública estadounidense, la seguridad básica de Israel estaba garantizada, y lo que pensaran los Gobiernos árabes y palestino se consideraba un tema secundario. Se suponía que Estados Unidos defendería a Israel siempre que se viera en problemas que no pudiera resolver por sí soler.El Gobierno israelí ha pensado. siempre que Israel estaría seguro siempre que el apoyo de la comunidad judía...

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El gran error de Israel ha sido pensar que su única relación verdaderamente importante es la que mantiene con Estados Unidos. Los líderes israelíes han creído que, teniendo contentos a Washington y a la opinión pública estadounidense, la seguridad básica de Israel estaba garantizada, y lo que pensaran los Gobiernos árabes y palestino se consideraba un tema secundario. Se suponía que Estados Unidos defendería a Israel siempre que se viera en problemas que no pudiera resolver por sí soler.El Gobierno israelí ha pensado. siempre que Israel estaría seguro siempre que el apoyo de la comunidad judía en Estados Unidos fuera sólido y la opinión pública estadounidense en general siguiera simpatizando con Israel. Lo que las comunidades judías en Europa pensaran de la política israelí o lo que dijeran los Gobiernos de la Unión Europea tampoco se consideraba importante.

Tanto el Partido Laborista como el Likud han cometido este error de cálculo. Aunque Simón Peres e Isaac Rabin, líderes de los últimos Gobiernos laboristas, iniciaron las negociaciones de paz con los palestinos, llevaron a cabo el actual "proceso de paz" con más prudencia de la debida. Los Gobiernos de Rabin y Peres fueron angustiosamente lentos a la hora de negociar la autonomía palestina, como si el proceso en sí garantizara la paz sólo porque complacía a Washington. Estaba claro que, desde el punto de vista político, les resultaba más fácil dar largas al asunto que hacer concesiones que contentaran a los palestinos y enfurecieran a los israelíes.

Esta creencia de que el apoyo de Estados Unidos bastaba para garantizar la seguridad de Israel estaba justificada en la medida en que la amenaza contra Israel fuera externa y no interna. Pero miren ustedes por dónde ahora es mayoritariamente interna.

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Proviene de los palestinos en Jerusalén este (que Israel ha declarado irrevocablemente territorio israelí), y de los que han estado, o siguen estando, sometidos a la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania.

Otra amenaza interna proviene de los grupos derechistas decididos a hacer realidad el Gran Israel. El asesino que quitó la vida al primer ministro Isaac Rabin la primavera pasada procedía de sus filas.

Estados Unidos no está capacitado para hacer nada respecto a los peligros internos de Israel. Washington ha procurado hacérselo entender a Netanyahu y a sus seguidores, instándoles a reanudar las negociaciones con Yasir Arafat, a mantener la promesa del anterior Gobierno de evacuar Hebrón y a respetar el principio de cambiar los territorios ocupados por paz.

Netanyahu ha rechazado explícitamente este último principio y ha ofrecido a cambio "paz por paz". Éste es un eslogan seductor para los israelíes, pero en la práctica significa que Israel conserva los territorios que todavía, ocupa, mientras que los palestinos (y los sirios) renuncian a sus reivindicaciones sobre esos territorios y toleran la ampliación de los asentamientos judíos en Jerusalén, Cisjordania y los Altos del Golán.

Netanyahu brindó otro seductor eslogan al electorado israelí durante la campaña electoral: "Paz con seguridad". Después de que el miércoles pasado estallase el enfrentamiento entre las fuerzas israelíes y la población y la policía palestinas, Netanyahu cenó en París con simpatizantes del Likud y les dijo: "Dentro de 18 meses volveré a veros y os daré lo que os prometí, paz con seguridad para Israel". Al día siguiente, se vio obligado a interrumpir su gira europea y regresar a Israel que se encontraba en una situación de práctica insurrección.

Si Netanyahu logra lo que ha prometido a sus partidarios, será por sus propios medios y los de Israel, ya que Estados Unidos poco o nada puede hacer para detener el levantamiento palestino. La opinión pública estadounidense se opondría enérgicamente a cualquier intervención de Estados Unidos en esta cuestión.

Estados Unidos ha podido utilizar su influencia política y económica para convencer a las autoridades palestinas, a Egipto y a los Gobiernos árabes de que llegasen a un acuerdo de paz con Israel, pero la autoridad de Washington sobre palestinos, egipcios y árabes ha descansado en el convencimiento de que Estados Unidos garantizaba que Israel negociase de buena fe y cumpliese los acuerdos establecidos.

Netanyahu y su Gobierno han repudiado los acuerdos pactados con la Autoridad Palestina al no concederle la condición de Estado, promover los asentamientos de colonos, y rechazar el principio de paz a cambio de territorios. En la actual coyuntura política, no hay mucho que el Gobierno de Estados Unidos esté dispuesto, o pueda, hacer.

Es posible que Netanyahu no haya comprendido plenamente el alcance de lo que ha hecho. Las negociaciones de paz han estado sustentadas en la confianza por parte de árabes y palestinos de que Estados Unidos garantizaría unas negociaciones justas y unos resultados que respetasen sus intereses fundamentales. Al rechazar las concesiones ya realizadas o prometidas por sus predecesores en el cargo, Netanyah ha socavado la credibilidad de Estados Unidos entre sus adversarios. Y al hacerlo ha minado la capacidad de Estados Unidos para proteger a Israel. Una insurrección interna o incluso una guerra civil entre israelíes y palestinos -lo que no hay que desterrar- sobrepasa el poder de Estados Unidos para hacer algo al respecto. Por decisión de Netanyahu, Israel, a efectos prácticos, está ahora solo.William Pfaff es experto estadounidense en cuestiones internacionales.

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