Reportaje:EXCURSIONES: EL RANCHO DE SANTILLANA

Un país de borregos

Cerca de Valsaín yacen las ruinas de una antigua granja de esquileo, vestigio de la España de la Mesta.

En España hay dos tipos de ruinas: las que dan votos y las que no. Las primeras suelen estar en el centro de alguna población eminente, vigiladas de continuo por doctores en Ruinas, y cuando la municipalidad desea ponerse un medallón, va y aprueba una partida extraordinaria para proceder a su restauración. Las segundas, en cambio, yacen en medio del campo, sin nadie que las atienda, y si acaso algún munícipe andariego es presa de un apretón, corre a ocultarse entre los providenciales escombros para frezar como un terzón.El Guadarrama está lleno de ruinas que no dan votos: calzadas augustas, co...

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En España hay dos tipos de ruinas: las que dan votos y las que no. Las primeras suelen estar en el centro de alguna población eminente, vigiladas de continuo por doctores en Ruinas, y cuando la municipalidad desea ponerse un medallón, va y aprueba una partida extraordinaria para proceder a su restauración. Las segundas, en cambio, yacen en medio del campo, sin nadie que las atienda, y si acaso algún munícipe andariego es presa de un apretón, corre a ocultarse entre los providenciales escombros para frezar como un terzón.El Guadarrama está lleno de ruinas que no dan votos: calzadas augustas, conventos medievales, ventas quijotescas, telégrafos ópticos, majadas, refugios, fortines... El rancho de Santillana, que durante siglos fue una multitudinaria granja de esquileo en la que millones de merinas se dejaron el vellón a mayor gloria de la incipiente España, duerme hoy el mismo sueño que todas las ruinas serranas. Sin contar ovejas. En silencio. El silencio de los corderos.

Es una pena que nuestros vecinos segovianos no presten la misma atención al, rancho de Santillana que a su céntrico acueducto. A poco que lo hicieran, se descubrirían herederos de un rico y venerable linaje de pastores trashumantes que, allá por el siglo VI o VII, comenzaron a senderear sus rebaños desde los pastos bajos del sur (invernaderos) hacia. los prados de montaña del norte peninsular (agostaderos). Y a poco que leyeran, sabrían, porque está escrito en los libros de historia, que la cosa fue a más con el tiempo, haciéndose preciso reglamentar el creciente vaivén de lanudas mediante la creación del Honrado Concejo de la Mesta (1273). Y a más todavía, pues, según Menéndez Pidal, durante. el siglo XV y el XVI, en pleno apogeo de la Mesta, "dos tercios de la tierra ibérica, era dedicada a la ganadería, siendo la lana su principal producto".

De aquellos días de abastanza y vagabundaje -hoy sólo quedan -ya se ha dicho- ruinas: ruinas de segunda categoría, ruinas ruinosas como las del rancho de Santillana, hacia las que el excursionista se encamina subiendo por la carretera del cementerio de Valsaín, entre robles viejos y viejos muertos. A un par de kilómetros del pueblo, en el collado de la Cruz de la Gallega, la pista de asfalto se divide en dos, como dos son las posibilidades que tiene ahora el caminante de llegarse hasta los vestigios de la hacienda ovejera. Que no le apetece andar demasiado, pues tira a manderecha, sin seguir camino alguno, por sobre los prados que tapizan el vallecico del arroyo de Tilviejo, dando vista a la capital segoviana y a los desbarata dos muros, mucho más a mano, del rancho de Santillana. La segunda opción es harina de otro costal: hay que sudar.

La segunda opción obliga a tomar el ramal de la. derecha en la Cruz de la Gallega para, en algo menos de una hora, orillar el río de la Aceveda y bajar luego con él, por su margen diestra, hasta la antigua toma de aguas del acueducto de Segovia. Antigua es como el acueducto, más aún en activo, para pasmo del excursionista que, siguiendo su trazado entre el espeso jaral, topa en un par de horas con la Cañada Real Leonesa (señales rojas y blancas de sendero de gran recorrido) y, de nuevo hacia la derecha, con el caserío de Santillana. En total, desde Valsaín, cuatro horas y media.

Castaños, zarzas y vacas pueblan hogaño las estancias desoladas: el rancho donde los esquiladores laboraban; el bache o sudadero, pieza angosta en la que se introducían las cabezas para que sudaran y así resultara más fácil raparlas; las lonjas o almacenes, donde se apilaban las lanas; la peguera, con su chimenea para calentar la pez con que se marcaba el ganado recién pelado; el refectorio, donde comían los trabajadores; el dormitorio, la panadería...

Valle del Tilviejo arriba, de regreso a Valsaín por la Cruz de la Gallega, el excursionista deja a sus espaldas la llanada segoviana, que ya solo tiene de las merinas su pardo color y su silencio mortal.

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Marcha a la carta

Dónde. Valsaín se halla a 71 kilómetros de Madrid. El acceso más directo es por la carretera de La Coruña (A-6) hasta Villalba, desviándose aquí hacia el puerto de Navacerrada y bajando luego a La Granja. El coche, en Valsaín, se puede dejar un kilómetro más arriba del cementerio, y eso que nos habremos ahorrado de asfalto.Cuándo. Marcha ideal para toda época, pues se puede alargar o acortar en función del día y la forma física: la primera opción (Valsaín-Cruz de la Gallega-valle del Tilviejo-rancho de Santillana y vuelta) lleva unas dos horas y media. La segunda (Valsaín-Cruz de la Gallega-río de la Aceveda-toma de aguas del acueducto-Cañada Realrancho-valle del Tilviejo-Valsaín), unas seis horas.

Quién. Manuel Rincón es el autor de la guía Andar por la sierra de Guadarrama (Libros Penthalon), en la que se recoge esta ruta por el rancho de Santillana (itinerario 17), así como diversas noticias sobre las cañadas y otras haciendas de esquileo de la sierra.

Y qué más. Aunque el camino es muy sencillo y siempre hay a quien preguntar, conviene llevar, por si acaso, un mapa de la zona como la hoja 18-19 (Segovia) del Servicio Geográfico del Ejército.

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