Editorial:

Francia y el Papa

¿CUÁNTAS VECES puede nacer un país? Francia es tan rica que tiene registrados no menos de cuatro natalicios. El Papa culminaba ayer su quinta visita a Francia, programada, al menos en parte, para realzar uno de esos aniversarios sonados: el bautismo de Clodoveo hace 1.500 años, por el que toda la nación franco-galo-romana se pasó al cristianismo: "Cuius regio eius religio" (la religión del príncipe es la de súbditos).Los arqueólogos de la nacionalidad establecen toda una sucesión de alumbramientos franceses. El primero sería el del pueblo galo, en el norte del actual hexágono, sin año c...

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¿CUÁNTAS VECES puede nacer un país? Francia es tan rica que tiene registrados no menos de cuatro natalicios. El Papa culminaba ayer su quinta visita a Francia, programada, al menos en parte, para realzar uno de esos aniversarios sonados: el bautismo de Clodoveo hace 1.500 años, por el que toda la nación franco-galo-romana se pasó al cristianismo: "Cuius regio eius religio" (la religión del príncipe es la de súbditos).Los arqueólogos de la nacionalidad establecen toda una sucesión de alumbramientos franceses. El primero sería el del pueblo galo, en el norte del actual hexágono, sin año claramente determinado;el segundo, tras la derrota del galo Vercingétorix, sin duda tan mitológico como el propio Astérix, fue el de la Francia galo-romana, que fundó Julio César hacia el 50 antes de Cristo; el tercero, el del citado Clodoveo, jefe de una tribu germánica, los francos, con lo que irónicamente se celebra la germanización del país, y la cuarta y última oficialmente documentada, en el 987, con la instauración de la dinastía capeta sobre algo que, geográficamente, se parecería a la Francia de hoy.

En cada uno de esos momentos se producía una progresiva nacionalización del país. Pero nadie duda de que la nación francesa sólo existe en sentido contemporáneo tras la Revolución de 1789, que sumó la legitimidad de los derechos humanos y la soberanía presuntamente popular a una cierta idea de Francia, como proclamó uno de sus presidentes, Charles de Gaulle. Y aún más estrictamente, sólo desde que la escuela de la III República inventa la nación y la teoriza Ernest Renan a me diados del siglo XIX, al establecer que "la nación es un plebiscito diario" del ciudadano.

Esa concepción abierta de la nacionalidad es la que hoy está en peligro ante la posible refundación de una nueva Francia multicultural, multi-racial y plurireligiosa. Ya no la hija mayor de la Iglesia, como quisiera el Papa, sino la gran nación de acogida de la inmigración. El hecho de que Francia sea hoy un laboratorio nacional en ebullición, que aliente íntegrismos racistas como el del líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, que quisiera volver por lo menos a Clodoveo, ha de alertanos a los europeos del sur de lo que la inmigración presente y futura habrá de significar para la conformación de nuestras naciones.

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La oposición de los partidos democráticos y anti-xenófobos ha evitado que el ultraderechista Le Pen tuviera éxito en su intento de meter la zarpa en las conmemoraciones de ayer y en las que restan de 1996. Paralelamente se ha echado en falta un pronunciamiento pontificio claro sobre esa transformación nacional que Europa y Francia están experimentando, más allá del simple llamamiento a la convivencia.

Ésa es la Francia cuyo nacimiento preferimos ,conmemorar, sin olvidar tampoco que el aniversario que más nos pueda solicitar en el futuro sea el de un 25 de marzo de 1957: el de la Europa del Mercado Común, hoy ya conocida como Unión Europea, cuyo Clodoveo fue asimismo un gran francés llamado Jean Monnet.

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