Pasos calculados

La carta que el jueves 5 de septiembre dedicó Julio Anguita a José María Aznar fue algo más que un desahogo de protesta y recriminación. Por encima de los reproches al presidente de Gobierno, la misiva rompía una regla no escrita entre las fuerzas políticas: el exquisito cuidado con que se ha tratado siempre la figura del Rey. Anguita lanzaba una advertencia al Monarca por lo que él interpretaba como apoyo a determinadas opciones.¿Ha sido todo producto de la casualidad? ¿Una concatenación de frases y actitudes que buscaban legítimamente una polémica en la que se han cruzado, sin comerlo ni beb...

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La carta que el jueves 5 de septiembre dedicó Julio Anguita a José María Aznar fue algo más que un desahogo de protesta y recriminación. Por encima de los reproches al presidente de Gobierno, la misiva rompía una regla no escrita entre las fuerzas políticas: el exquisito cuidado con que se ha tratado siempre la figura del Rey. Anguita lanzaba una advertencia al Monarca por lo que él interpretaba como apoyo a determinadas opciones.¿Ha sido todo producto de la casualidad? ¿Una concatenación de frases y actitudes que buscaban legítimamente una polémica en la que se han cruzado, sin comerlo ni beberlo, la cuestión monárquica y el consenso constitucional? ¿0, como otros sostienen, nada hay producto de la improvisación en los proyectos de Anguita?

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Previo a la carta, y en la batalla por la negativa del nuevo Gobierno a entregar los papeles del Cesid el propio Anguita había ido dejando caer un rosario de dudas sobre quién había nombrado realmente a Eduardo Serra ministro de Defensa.

Luego, por escrito, Anguita apuntó al Presidente de Gobierno en sus críticas, pero el tiro lo recibió el Rey al que censuró por lo que interpreta como apoyo de Don Juan Carlos a la OTAN y a los criterios de convergencia de Maastricht. Al guiso se le siguió agregando la salsa de nuevas declaraciones: "El Rey", decía Anguita, "debería haberse callado su opinión sobre la OTAN". Y se asombraba de que no se aceptase el derecho a criticar al Monarca.

En la noche del sábado, en la Casa de Campo, Anguita saltaba todas las barreras y leía, sin un temblor en la voz, un discurso -en teoría, preparado por la dirección del PCE- en el que amenazaba ya abiertamente con romper el consenso constitucional que, con la referencia de una Monarquía parlamentaria, había, permitido la instauración del Estado democrático en España. Medida y calculada, su intervención planteaba tres cuestiones que, en apariencia, habían quedado resueltas con la Constitución de 1978: Estado federal, derecho a la autodeterminación y, frente a la monarquía, reclamaba la república como forma de Estado.

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